lunes, 12 de abril de 2010

DREW AMARGO

John estaba paseando aquella noche cuando pasó por allí y entró en aquel bar. Era un lugar pequeño y apestaba a sudor y a orines. En la barra había nueve o diez personas bebiendo, y el local parecía a punto de estallar: era claustrofóbico.
Al fondo del bar (es decir, a tres pasos de la barra), había una pequeña tabla a modo de escenario y encima de ella, una chica bailando. Llevaba una peluca larga y rubia y un vestido rojo tres tallas más pequeñas que la que realmente usaba. Iba muy maquillada y las luces de colores caían sobre ella mientras levantaba los brazos al compás de la música. John la observó durante unos segundos: el espectáculo era patético.
La chica realmente no sabía cantar y nadie prestaba atención a su actuación,no sabía exactamente por qué la tenían allí hasta que dedujo que su presencia era equiparable al hecho de tener encendido el televisor por el simple motivo de escuchar el murmullo de fondo. Eso si que tenía sentido, así que acabó por ignorarla igual que hacía el resto de los tipos que estaban por allí.
Se sentó en el único taburete que quedaba libre. Llamó al camarero, pero estaba demasiado ocupado rascándose el culo. Finalmente se le acercó y le pidió una cerveza. Se la puso y siguió a lo suyo.
A su lado de había una mujer sentada. Tenía la cabeza echada hacia abajo y su pelo rojo estaba dentro de su vaso. La miró de arriba -abajo e imaginó lo afortunado que sería teniendo a una mujer así en su cama durante al menos ½ hora. Hacía mucho tiempo que vivía solo, tenía 38 años y únicamente había tenido 2 relaciones serias. Le bastaron 2 para darse cuenta de que tenía la gran capacidad de convertir por sí mismo, algo bueno en una auténtica mierda sin necesidad de que la monotonía y la rutina se encargaran de ello. Siempre la cagaba, así que finalmente optó por relaciones que durasen no más de una noche. Era difícil cagarla en tan poco tiempo.
Alguien le dio unos golpecitos en el brazo. Era la pelirroja que estaba sentada a su lado.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Por supuesto- contestó él.
-¿Te gustan mis tetas?- ella se irguió hacia delante.
Él las miró. Tras su corpiño ceñido asomaba el filo del sujetador y detrás de éste sus enormes pechos.
-Sí-dijo-son estupendas.
-Estoy muy orgullosa de ellas. ¿Crees que soy atractiva?
-No estás mal... ¿cómo te llamas?- Ella sonrió y él observó que le faltaba un diente. Aún así, pensó que seguía siendo atractiva.
-Drew-respondió- ¿Me invitas a una copa?
-Claro. ¿Qué bebes?
-Él ya sabe lo que quiero- y señaló al camarero que seguía escarbándose la raja del culo. John pensó que acabaría por hacerle un agujero al pantalón. Por fin el camarero se dirigió hacia ellos y le sirvió a Drew un cócktel de esos con sombrillitas de colores.
-¿Tú cómo te llamas? – preguntó ella.
-John.
-Ah... me gusta.
Drew se quedó callada un momento mirando al vacío, luego siguió hablando.
-¿Te has fijado en mis piernas? – ella se las mostró. Él las miró y después alzó la vista hacia su corta falda.
-Sí, estoy asombrado.
-Cuando era joven trabajé como bailarina ¿sabes? Me encantaba bailar.
-¿Ah sí?- miró a otro lado mientras respondía. Empezaba a cansarse de aquella conversación pero por algún motivo inexplicable no podía dejar de escucharla. Drew continuó hablando.
-¿Sabes? Estuve casada durante cinco años. Pero mi marido me dejó. Decía que era un desastre y que sólo estaba conmigo porque se la chupaba muy bien, y me decía que de vez en cuando lo necesitaba para quitarse el estrés. Yo me conformaba con eso porque le quería. Supongo que tenía razón... que no hacía nada bien y todo eso... reconozco que a veces era un poco torpe y a veces me merecía lo que me decía...
John la contempló un momento. Sus ojos le recordaron a un cachorro abandonado. De repente, se sintió obligado a escuchar el resto de la historia. Realmente sintió lástima por ella.
-Nos casamos muy jóvenes ¿sabes? Estaba loca por él y yo... supongo que le gustaba un poco.
Después de la boda me quedé pronto embarazada, pero me obligó a abortar. Dijo que eso estropearía nuestra relación. Así que lo hice.
-Después de eso casi no me dirigía la palabra. Yo sufría, pero me consolaba mirándole.
Además de vez en cuando tenía que “quitarle el estrés” y en esos momentos yo era feliz a su lado.
Entonces empezó a traer tías a casa y decía que sólo eran amigas. Yo no me quejaba. Incluso aguantaba tener que escuchar los gritos y gemidos de sus continuadas orgías. Lo soportaba todo si a cambio me permitía seguir con él. El hecho de imaginarme un segundo lejos de él me asfixiaba. No me importaba que me insultara o que me pegara si con ello conseguía oír su voz o tocar su piel.
John no sabía que decir, pero se sintió obligado a decir algo. Así que probó.
-¿Y ellas?
-No decían nada. Sólo se reían -contestó Drew. Bebió un poco de su copa y suspiró. Parecía a punto de derrumbarse pero se contuvo.
-Otro día me ató, me amordazó y me obligó a mirar como se lo hacía con dos. Fue horrible. Cuando terminaron, me partió la cara y me dejó sin diente-Drew se llevó la mano a la boca y señaló su mella-... Luego me llamó guarra y me dijo que limpiara la casa, que estaba harto de vivir en un estercolero.
Entonces empecé a engordar. Comía a todas horas pero no podía evitarlo. Cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo mi figura se rió de mí. Me dijo que se avergonzaba de estar con algo así y que si había aguantado tanto conmigo era por el hecho de que a sus amistades antes les resultaba atractiva, pero que ahora dudaba que alguien se fijara en mí.
Drew hizo una pausa. Puso las manos en su cara y estuvo así durante un rato. John observó el bar. Todos los clientes estaban gritando. Reclamaban a la chica del vestido rojo que había parado de cantar para descansar. Cuando subió de nuevo a la tabla-escenario y empezó su actuación, todos dejaron de mirarla y siguieron ignorándola.
De repente Drew apartó las manos de su cara y siguió hablando.
-El día que me dejó fue el único día que me llevó a un restaurante lujoso. A mí y a dos amiguitas más.
Me lo soltó durante la cena, delante de todo el mundo y gritaba bien para que todo el mundo le oyese. –Te dejo- me dijo. Yo me levanté y me agarré a sus piernas. Le rogué que no me dejara, que podría usarme para lo que quisiera, que soportaría cualquier cosa por estar a su lado. Que le quería.
Él me dijo-eres patética y me das asco-. Entonces me escupió en la cara y sus amigas empezaron a reírse. Me fui, no recuerdo como, pero lo hice.
No le volví a ver más, pero pienso en él todos los días.
-¿Por qué me cuentas esto?
-Porque tú has sido amable conmigo ¿no?-contestó Drew con una sonrisa nerviosa-
John no sabía que pensar. Él no había sido amable sino compasivo. Ahora el único sentimiento que le inspiraba Drew era lástima. Ya no la veía como cuando le mostraba sus encantos. Ni siquiera la veía como una mujer sino más bien como a un animal atrapado en su jaula. Pensó que era una tontería, pero eso era lo que sentía.
Drew empezó a rebuscar en su bolso. Sacó una cajita y la abrió. Dentro había cocaína.
-¿Quieres un poco?-dijo ella.
-No. Gracias- contestó él.
Drew esparció un poco sobre la barra y se hizo un par de rayas. No le dio tiempo a esnifárselas porque el camarero-con-la-mano-en-el-culo la vió y salió gritando de detrás de la barra.
-¡Maldita zorra¡¡¡ EH¡EH¡EH¡ Te he dicho mil veces que AQUI no¡¡¡¡La cogió por el brazo y cuando la bajó de la silla Drew se dirigió a John.
-Supongo que esto es un adiós. Ha sido bonito conocerte. John no dijo nada, se quedó mirando como el camarero la sacaba del bar casi arrastrándola.
-¡¡¡Vamos Drew!!! -dijo el escarba-culo- ya sabes que no puedo permitir esas cosas. Sabes que soy bueno contigo, que te dejo estar aquí incluso sin consumir apenas nada. Además, deberías estar trabajando, hoy parece una buena noche, seguro que conseguirás muchos clientes. Ya sabes que el mes pasado me pediste dinero prestado para tu alquiler y recuerda que todavía no me lo he cobrado. No olvides que tenemos una cita pendiente ¿eh? Je je je…
Finalmente le dio una palmadita en el culo y la soltó del brazo. Drew miró a John, luego... desapareció.
Él no se movió. El ambiente del lugar cada vez estaba más cargado. La mayoría de los tíos estaban borrachos y uno había empezado a sobar a la chica del vestido rojo que finalmente había tenido que dejar de cantar por exigencias de los clientes.
El camarero se le acercó.
-Siento mucho que te haya molestado – dijo - ¡¡Ahh!! ¡¡pobre puta!! y además de puta, drogadicta, pero... ¿qué vamos a hacer?
No te importa ¿verdad? -señaló las rayas de coca.
-No- contestó. El camarero sacó una bolsita de plástico y se las guardó.
-Ya se sabe - continuó- hay que tener ojo con estas cosas sino acabas como ella !!!- Rió-.
John contempló los restos de polvo que habían quedado. Podía ver allí los ojos de Drew.
Entonces fue cuando se dio cuenta de que aquella coca no tenía nada que ver con las miserias de Drew.

5 comentarios:

  1. La droga solo era un modo de salir de esa triste realidad, esa realidad en la que se había dejado caer vertiginosamente, ella lo sabía y John lo sabía. No hicieron falta palabras para ser conscientes de ello.

    Muy bueno, XikaBuk, me ha gustado tu relato tan... tan... bukowskiano, con ese ambiente y esos personajes tan degradantes. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  2. Repites demasiadas veces el nombre de John.

    ResponderEliminar
  3. tienes razón..gracias por la observación!

    ResponderEliminar
  4. demasidos parecidos con SinCity, aún así bastante digerible

    ResponderEliminar
  5. Yo me inspiré más, en Lunas de Hiel (Bittermoon). Un saludo.

    ResponderEliminar