domingo, 18 de abril de 2010

FUESE CUAL FUESE LA REALIDAD

Me levanté una mañana como otra cualquiera. Me dirigí al baño. Cuando salí me crucé con mi hermana. Sólo me percaté de que ella estaba allí cuando me dijo:-Buenos días-Pero no la podía ver. Veía el suelo que pisaba, las paredes que tocaba, los muebles. ¡Todo! Menos a ella.
-Noemi - le dije-¡No puedo verte! ¡Oigo tu voz, pero no estás ahí!
-¿Cómo es posible que no me veas?-me dijo-¿Y puedes ver todo lo demás?
-Creo que sí…- contesté aturdida.
-Vamos al balcón, quizá allí lo veas todo con mayor claridad. Me agarró de la mano y ciertamente notaba su calor, aunque ella era invisible ante mis ojos.
Al llegar al balcón, dijo: -observa ahí fuera. ¿Qué ves?
Veía los edificios contiguos, las grúas de edificación, las papeleras, los coches y oía niños reír.
-Oigo niños riendo. Pero no los puedo ver. ¿Acaso están lejos?
-No- respondió. Están justo en frente tuyo. Jugando. ¿De verdad no los ves?
No, no los veo-contesté. Veo el camión de la basura y a un tipo que gritar sin cesar “¡puta, eres una maldita zorra!”. Hace aspavientos con sus manos, como si quisiera golpear a alguien, pero no sé a quién. Aunque también oigo a una mujer llorar desesperadamente. ¿Está esa mujer con él? Ese tipo debe de ser un demente, ¿no?
-Sí. Seguramente lo es. Intenta golpear e insulta a la mujer que escuchas llorar, pero ella logra protegerse, por suerte. ¿A ella tampoco la ves?
No-respondí.
-Acaban de llegar dos policías-dijo mi hermana- alguien ha debido llamarlos al fin, menos mal. Pobre mujer. Se la ve muy asustada.
-No veo a los policías. Pero sí a unas personas un poco apartadas del tipo demente. Están hablando entre ellos, comentando la situación. Sus rostros expresan morbosidad.
- ¿No ves al joven que consuela a la mujer que llora?-preguntó mi hermana.
-No, Noemi. No veo más que al tipo ese que sigue gritando “¡zorra hija de perra!” y a las personas que observan sin inmutarse. Ahora veo a unos chicos que vienen calle abajo, riendo a carcajadas y hacen movimientos extraños. Dan patadas en el aire.
Qué curioso. Uno de ellos ha sacado una botella de whisky de la nada y está bebiendo de ella.
-Hay un señor mayor delante de ellos- puntualizó mi hermana. Está tambaleándose a punto de caer al suelo. No cabe duda de que tiene problemas con el alcohol. Esos chicos están burlándose de él y le han arrebatado la botella. El pobre anciano no ha podido hacer nada y ha tenido que cambiar de dirección por miedo a que esos crueles chicos se enfrentaran a él.
-No veo más que la maldad, Noemi. ¿Qué me pasa?
Mi hermana permaneció en silencio durante unos segundos. Después me respondió: Jelen, has perdido tu bondad.
De repente me miré las manos y me di cuenta de que me las podía ver. No me había percatado de ello hasta ese momento. Fui corriendo al encuentro de un espejo y ahí estaba yo. Reflejada en él. ¿Era yo como esa gente malvada que acababa de ver? ¿Tenía mi hermana razón? ¿Era una persona perversa? Me asusté.
Sí así fuera, no quería seguir formando parte de este absurdo mundo. Se me hizo un nudo en el estómago, me sentí con ganas de vomitar. Empecé a ponerme pálida y al poco rato, me desmayé.
Me despertó un portazo y el sonido de la voz de mi madre. Tenía los ojos cerrados. No me atrevía a abrirlos, por miedo a encontrarme con el reflejo de mi alma. Los apreté bien fuerte. Los pasos de mi madre se oían cada vez más cerca. Hablaba con mi hermana, se besaban y reían. Lloré en silencio. Nunca más volvería a ver a la gente que quería.
De repente mi madre abrió la puerta de mi habitación.
-Hola, mi niña. ¿Todavía estás en la cama?- yo seguía con los ojos cerrados. Me negaba a aceptar lo evidente. Las lágrimas corrían por mis mejillas. No quería ser una mala persona, pero todo evidenciaba que lo era.
Mi madre se acercó a mí. Me dio un beso. Noté sus labios y su calor. Fue la sensación más agradable que había tenido en mi vida. Jamás valoré ese gesto tanto como en aquel momento.
-¿Estás llorando?-dijo ella. ¿Pero por qué? A ver, mírame. Seguí sin abrir los ojos y sin mediar palabra. Ya no me sentía con derecho a decir nada.
-Anda, sal ya de la cama. Con el día tan bonito que hace…
En ese momento me percaté. -¿Cama?, ¿qué hacía yo en la cama?-pensé. Yo me había desmayado delante del espejo. No recordaba haber recobrado el conocimiento y meterme en la cama. ¿Cabía la posibilidad de que volviera a ver la bondad?
Abrí los ojos lentamente, primero un ojo. Luego el otro. No tenía fuerzas para dirigir la mirada hacia donde se encontraba mi madre. Al final, lo hice. ¡Y allí estaba ella! ¡La persona más buena del mundo. Mi madre. ¡Y la podía ver!
Esbocé una gran sonrisa y la abracé como nunca lo había hecho. La besé y la besé.
-¡Ay mi hija!- dijo ella. ¡Tiene mucho genio, pero que buena y cariñosa es!
Me levanté de la cama, contenta de que todo hubiese sido un sueño. Aunque tal vez no lo fue.
Fui directa al baño, me puse ante el espejo y mirándome en él dije en voz alta:
-Que las personas hagan cosas malas, no significa que sean malas personas-.
Salí del baño sonriendo y me dirigí al balcón dispuesta a observar la realidad…fuese cual fuese.

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