domingo, 5 de agosto de 2012

LA ESTRATEGIA DE SOBREVIVIR BAJO EL LODO


Era una tarde de domingo sin resaca. Estaba en mi habitación tumbada en la cama. Me aburría tanto que incluso creo que cuando miraba al reloj, parecía que las agujas corrían hacia atrás. Así que decidí quedar con un tipo que había conocido unos días antes a través de una página de esas de contactos. –Peor que mi ex no puede ser- pensé. Entonces, ¿por qué no ir? Mi autoestima había sido asesinada un año atrás…así que había poco más que perder.
Lo siguiente que supe es que estaba esperando a este tipo desconocido. Habíamos quedado en la entrada de una iglesia de la ciudad en la que él vivía que sólo estaba a 20 minutos en coche de la mía.
Allí, vestida toda de negro y con cinturón rojo estaba yo, que había llegado 10 minutos antes de la hora. No sabía cómo era el tipo, al que sólo había visto en una foto de mala calidad, así que todos me parecían sospechosos, entonces cuando veía a alguno acercarse desde lo lejos pensaba: -que no sea éste, por favor-. Ya que debía tener delante a un desconocido durante al menos un par de horas, prefería que su corte de pelo fuera de mi gusto. Lo sé…me conformaba con poco. Pero después de un año y dos meses de convivencia con el “innombrable” (nombre que por unanimidad mis amigos y yo  habíamos adjudicado a mi ex), casi cualquier persona hubiera estado a la altura.
Siempre he pensado que las primeras citas (o encuentros o como mierda queramos llamarlo), son como entrevistas de trabajo con bebidas encima de la mesa. Sólo que inexplicablemente, a las entrevistas de trabajo vas por necesidad y a las primeras citas… ¿quién coño sabe por qué?
Mientras seguía a la espera, pensaba si seguir allí plantada o largarme a un bar cualquiera a emborracharme sola… ¿quién me decía que el tipo éste no iba a ser como Dexter Morgan o  incluso algo peor? En fin…aguantaría unos minutos más y si no venía me largaría.
En ese momento oí que alguien me hablaba: -perdone señorita…- me di la vuelta y ahí estaba, un tipo alto, rubio de ojos claros, con pinta de haber sido guapo años atrás pero demacrado por el abusivo uso de las drogas. Minutos más tarde me contó su historia.
-Perdone, señorita…o señora…¡no sé!- me sonrió y en ese preciso momento a parte de saber que me iba a pedir dinero supe que me iba a caer bien.
-¿No tendrías un eurillo para comprarme un bocadillo? Lo que puedas darme guapa-. Tenía acento del sur. Sonreía mucho y sus globos oculares, contradictoriamente a como debieran ser por el estado en que se encontraba, tenían el blanco más puro que había visto en mucho tiempo. Eso me tranquilizó.
Me dispuse a sacar la cartera para darle algo. No es que yo estuviera en situación de darle dinero, pues después de un año sin haber encontrado un trabajo ni decente ni indecente, llevaba sólo una semana en un nuevo curro.
-Te puedo dar 2,50 euros.- Le dije sonriendo- pero piensa que he estado hasta hace poco en el paro…-no me dejó seguir. Me interrumpió.
- Eso es lo que pasa guapa, llevo 4 horas delante de esta iglesia y ni el cura me ha dado un céntimo…míralo ahora…cerrando las puertas. La gente que sale de la iglesia es la que tiene más dinero y la que menos da. -¡Mire señor!- Le gritó a un tipo que acababa de aparcar su BMW delante de la iglesia. –Esta señorita está en paro y me ha dado 2,50 euros…a ver si usted me puede dar algo! El tipo del BMW replicó algo por lo bajo pero ni siquiera le miró a la cara.
-¿Ves lo que pasa?- dijo.- Estos son los peores-.
Me hacía mucha gracia su manera de expresarse, así que decidí preguntarle un poco sobre su vida.
-¿Dónde vives?- le dije- Pues mira-respondió-vivo en el cajero que está en la rambla, si quieres un día te puedes pasar y verás. Llevo 2 meses ahí.- Le miré los brazos. Los tenía llenos de grandes costras infectadas. Se dio cuenta de que le miraba. –Esto no es de pincharme ni nada…no, no…esto son picaduras de algún insecto y de dormir en los cartones pues se me infecta y mira como lo tengo…en carne viva-. Siguió contando. Hablaba sin parar. A pesar del contenido triste de sus palabras, lo explicaba todo sonriente y con mucha gracia.
-Yo me pinchaba cocaína, pero ahora hace ya 2 años que no…estoy con la metadona, claro, porque sino no podría aguantar. ¡Tú imagínate!
-¿y cómo has llegado a esta situación? – me interesé.
- Pues verás, yo estaba casado y tengo dos niños, sí…tenía una pequeña empresa de construcción, pero me llegó una multa de 25000 euros por no tener a unos trabajadores asegurados y ahí se me fue todo a la mierda…la empresa, la familia, los amigos…y me fui metiendo en esto de la droga y ahora no tengo ni dónde vivir. En el cajero de la rambla estoy…pásate un día si quieres, me llamo Paco.
-No hace falta-contesté-te creo. Pero, ¿no puedes pedir ayuda o ir a algún albergue? Me dio un empujoncito en el hombro y me dijo:-Pues no guapa, yo soy de Huelva y no estoy empadronado aquí, así que supuestamente no me pueden ayudar…y lo de los albergues…¡hay unas colas! ¡Cuando se acaba la comida no hay más!-dio una palmada y abrió mucho los ojos cuando dijo esto.
- Igual te pasas 3 horas esperando y luego te echan a la calle porque no hay sitio-.
 En ese momento pasó una mujer con su marido y él siguió pidiendo:- señora, una ayuda, que de momento sólo me ha dado esta chica que está en paro y no me llega para comprarme un bocadillo-. La señora me miró, como indignada de que estuviera hablando con esa escoria humana y enfadada porque ahora la ponía en situación de ser peor persona que yo…y eso que ella salía de la iglesia. –Ay pues verás…es que no llevo nada- me dijo medio abriendo su bolso con temor.- Y mi marido también está en paro-. Se dirigía a mí, como justificándose, como si las explicaciones me las tuviera que dar a mí.
-Señora-le dije yo-a mi no me lo diga-el dinero se lo ha pedido él-.
La mujer se quedó hablando un rato con nosotros, criticando a la iglesia, diciendo que todo era un negocio, pero justificando al cura que según ella, parecía ser buena persona.-Bueno, pensé yo…todos somos buenas personas hasta que nos piden algo y este cura lo único que había hecho era mirarnos de soslayo y cerrarnos las puertas en las narices-.
La mujer siguió su discurso al lado de su marido que no mediaba palabra. Seguramente estaba avergonzado por la obvia hipocresía que derramaba la boca de su mujer.
Después de una larga perorata, la mujer se ofreció a llevarle comida al cajero dónde Paco le había explicado que malvivía, pero entre nosotros, no creo que tuviera la intención de ir. Sólo pretendía expiar su culpa, con demagogias que sabía de antemano que no iba a cumplir.
En ese momento sonó mi teléfono móvil: era el desconocido. Lo agradecí, pues aunque el chico de la metadona me había caído bien, la reunión tumultuosa que se había generado me empezaba a incomodar.
-¿Quién te llama?- preguntó Paco.
-Es un chico con el que he quedado que ni siquiera conozco-le dije.
-Ah sí…aquel que se acerca…déjame que lo mire a ver si es buena gente o es de los que le dan al costo…que yo conozco aquí a todo el mundo…-.
En ese momento me iba a decir algo sobre el chico, pero ya lo teníamos encima.
-¿Elena?-me preguntó el desconocido para cerciorarse de que era yo.
-Sí, -le dije.-Ropa negra y cinturón rojo.-Sonreí de mala gana. Realmente no tenía ganas de ir a ningún sitio ni con él ni con nadie…pero bueno, ya estaba allí. ¿Qué podía hacer?
Paco se acercó a nosotros y le contó toda la historia de nuevo a él. Hablaba sin parar. Yo pensé que había tanto gilipollas saliendo en la tele sin ninguna gracia y este pobre hombre con un oculto talento viviendo en un cajero y chupando metadona…las incoherencias de la vida.
-Bueno, tenemos que irnos amigo-le dije a Paco.
Él se dirigió a mi acompañante desconocido y señalándole con el dedo índice le dijo: -trátala bien, es una tía de puta madre-.
Me dio dos besos y cuando nos alejábamos mi desconocido, ahora ya medio conocido, me gritó algo de lejos. No entendí nada de lo que dijo. Pero estaba segura de que había sido algo mucho más interesante de lo que oiría en las siguientes 2 horas.

miércoles, 1 de agosto de 2012

EL PERRITO NANUC (Una historia Naïf)


Érase una vez una niña que tenía un perrito llamado Nanuc.
Nanuc era muy travieso. Se peleaba con todos los perros callejeros de la 5º Avenida de Manhattan que era dónde él vivía con Cristi y sus padres.
Cierto día el camión de la basura pasaba por la calle dónde vivía la familia de Nanuc. Como el vecindario estaba muy escamado a propósito de las travesuras del perrito, acordaron lanzarlo al interior del camión entre los desperdicios, para que muriese triturado entre la basura y asfixiado por el hedor, así le darían su merecido. Incluso tuvieron una reunión de vecinos para llegar a ésta resolución, tal era el desasosiego de esta pobre gente, que no podía permitir que Nanuc manchara los vestiditos blancos de los domingos de sus lindas hijitas.
Todos los perros de la ciudad se pusieron muy contentos al enterarse de que posiblemente, Nanuc había muerto. Aunque no se alegraron tanto como los vecinos de Cristi y sus padres, que tras la liberación se habían sumido en una interminable fiesta, donde no estaba permitido estar sobrio.
Al día siguiente, la familia de Cristi se dirigió al vertedero para recoger los restos de su querido Nanuc, pero se llevaron una gran sorpresa cuando llegaron y lo vivieron allí, vivito y coleando y jugueteando entre los residuos. Pobre-pensó la familia-es un superviviente…
Cuando Nanuc llegó de nuevo a su higiénico hogar, los vecinos estaban esperando con pancartas dispuestos a lanzarse a las calles y manifestarse. Así era lo que reclamaban:- ¡Queremos que se vaya Nanuc y si es necesario que lo haga también su familia!
Finalmente la noticia llegó al alcalde de la ciudad, Ed Koch, quien estuvo de acuerdo con los cientos de vecinos que se quejaban sobre el apestoso Nanuc. Por supuesto, no se podía permitir que un maloliente perro pusiera sus sucias patas sobre las piruletas de las dulces hijitas de gente tan honrada.
Así que los padres de Cristi y Nanuc fueron desalojados por orden judicial y ellos lo aceptaron estoicamente por el pobre Nanuc, que nunca había hecho mal a nadie.
Encontraron un hogar bajo las calles de Manhattan: las cloacas. Por suerte pudieron comer las ratas que había por allí…también de vez en cuando bajaba algún técnico a echar un vistazo a algo que no andaba bien…y entonces sí que tenían un gran festín…y todo lo hacían por el pobre Nanuc, que no conocía la maldad…

Nota Bene: versión de una historia escrita por Laura Molero y Elena Peral. Año 1988.


miércoles, 25 de julio de 2012

¿EL AMOR?


 El amor.
¿Cómo amar sin poseer?
¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire?
Amar es un pretexto para adueñarse del otro,
para volverlo tu esclavo,
para transformar su vida en tu vida,
¿cómo amar sin pedir nada a cambio,
sin necesitar nada a cambio?
("El lado Oscuro del Corazón").

viernes, 21 de enero de 2011

CUANDO YA NO HAY MARCHA ATRÁS...

Agazapado entre dos coches, con la cabeza entre las piernas, en la noche más gélida de aquel mes de febrero, su cuerpo no dejaba de temblar y no se debía precisamente al frío. A pesar de que las temperaturas rondaban los 2º C bajo cero, él no notaba en sus carnes ese puñal helado. Sus puños cerrados y excesivamente rígidos, ya notaban el estado psicológico del rígor mortis, porque él, pese a verse a sí mismo golpeando la pared que tenía en frente con sus puños ensangrentados, pese a que los huesos de sus nudillos comenzaban a vislumbrarse, pese a notar ese dolor...él ya era consciente de que estaba muerto en vida. Nada le importaba excepto golpear una y otra vez la pared, antes grisácea y ahora ya, medio teñida de rojo.
Sollozando y preso de involuntarias convulsiones, se preguntaba a sí mismo sin cesar: ¿por qué lo hice? ¿Por qué lo hice? ¿Por qué lo hice?.
Por un momento algo le distrajo y le sacó de su delirio. Levantó un segundo la cabeza al mismo tiempo que abría sus ojos de una manera desorbitada: se trataba de una mosca que rondaba el cuello alto de su jersey de lana roja. Era la única prenda que llevaba puesta después de haber cometido aquel horrible crimen.
Mientras con la mirada perdida seguía el vuelo de la mosca, volvió atrás en el tiempo.
Sólo había pasado una hora. Recordó como había ocurrido todo y cerró los ojos fuertemente llevándose los puños a la cabeza, como si con ese acto fuera a quedar exonerado de sus actos. Una imagen del rostro de la chica le pasó como un flash por la cabeza. Como si de un proyector de diapositivas se tratara, las imágenes se sucedían rápidas, concisas, con toda claridad. No pudo permanecer en la misma habitación que ella ni si quiera para coger un pantalón o algo que le resguardara sus partes bajas. Aunque tampoco le preocupó demasiado ese detalle, después de lo que había hecho.
Salió a toda prisa de su casa, aturdido y corrió como fuera de sí mismo, como si fuera otra persona la que había cometido aquella barbarie, no él. Se miraba a su lado, corriendo, asustado, sudando. Se miraba perplejo como quien en un mal sueño se mira en un espejo y no se reconoce. Corrió unos 2 km, nadie le vio. Debían ser más de las 3 de la madrugada.
Por fin llegó al lugar donde jugaba de pequeño. Una calle sin salida llena de coches aparcados en batería. A unos 10 metros, una de las paredes grisáceas de su antiguo colegio. A él le gustaba aquel sitio...o solía gustarle. Ya daba todo igual. Él ya no merecía lugar seguro. Sólo le arropaba la culpa y el miedo.
Apoyado en el frío muro gris, por un momento notó su corazón bombear, pero esa sensación no duró mucho. Notó que se le revolvían las tripas y segundos más tarde vomitó sobre sus pies desnudos. La mosca seguía revoloteándole ahora atraída por el reciente vómito. La apartó con el puño aún cerrado, goteando sangre. Ésta emprendió el vuelo hasta dar con una mierda excretada hacía escasas horas...dado su hedor y consistencia. Se quedó mirando la mierda durante unos segundos que le parecieron horas. Observó como un grupo de moscas se posaban en ella.
Por un momento fugaz algo parecido a una sonrisa se reflejó en su rostro. Sin saber el motivo, se acordó de cuando él había sido feliz, antes de aquel crimen y nuevamente, se largó a llorar desesperadamente a la vez que aporreaba la pared con sus nudillos y repetía: ¿por qué lo hice? ¿Por qué lo hice...?

TÁCTICA Y ESTRATEGIA (Mario Benedetti)


Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto

por fin me necesites.



martes, 20 de abril de 2010

ALGUIEN COMO YO

Sucedió hará cosa de un año. Conocí a una tal Linda de la manera más catastrófica. Yo conducía mi recién estrenado automóvil y todo parecía ir a la perfección. El día era soleado, en la radio sonaba una de mis canciones favoritas y el tráfico, incluso en hora punta, era fluido, para variar. Aquello me sorprendió. Así que me encontraba de lo más relajado y feliz, algo insólito en mí. Abrí la ventanilla del coche y por unos momentos pensé suspirando- ¡qué buen día para echar un polvo!-. Mientras esperaba en los semáforos a que la luz cambiara de rojo a verde, observaba a las jovencitas pasear con sus hermosos escotes, sus interminables piernas y sus enormes y firmes culos. Todas ellas me parecían preciosas. A todas les hubiera dado un buen meneo. Estaba tan salido, que se me empezó a poner dura sólo de imaginar a una de esas nenas bajo mis sábanas. Corrían malos tiempos para mí. Así que sólo me quedaba la imaginación.
Por aquel entonces yo era un tipo ocioso, únicamente me dedicaba a jugar. El póker era lo mío. Había tenido una buena racha y la supe aprovechar. Gané bastante dinero como para vaguear durante un buen tiempo, sin tener que aceptar trabajos de mierda. Así que me dedicaba a ir de aquí para allá, sin rumbo fijo.
Ese día había decido pasarlo en la costa, lejos de la ciudad. Así que tomé la autopista, cerré la ventanilla y busqué en mi bolsillo mis Marlboro y el mechero. Me puse el cigarrillo en la boca y cuando iba a encenderlo, el mechero se me cayó.- ¡La puta que lo parió!- maldije.
Aminoré la marcha y me agaché un momento para ver si lo encontraba. Por fin lo localicé, lo tenía en mi mano pero en el momento de incorporarme, justo cuando entraba en zona de túneles, de repente lo noté-¡Crash! Todos los coches estaban parados y choqué con el de delante. El que venía detrás de mi tuvo tiempo de frenar.
El golpe no fue muy fuerte, pero estaba aturdido, algo mareado y con el pulso acelerado. Sin embargo no parecía tener ninguna contusión. De repente pensé en el conductor del vehículo al que había golpeado. Iba a salir para ver si estaba bien, pero no me dio tiempo. Los coches que estaban detrás del mío empezaron a tocar el claxon al unísono.
Entonces apareció ella. Salió del coche con el que había chocado. Era realmente bonita. Preciosos pechos, larga cabellera negra, algo bajita, pero bien formada. Me sentí un enfermo. Acababa de tener un accidente y sólo se me ocurría pensar en echarle un polvo.
Ella parecía cabreada y muy nerviosa, pero yo también lo estaba, no era para menos.
-¡Serás hijo de puta!- me espetó. - ¿No has visto la señal en el panel luminoso 2 km más atrás que decía: PRECAUCIÓN. RETENCIÓN EN EL TÚNEL? - Tenía razón. Iba tan absorto pensando en mis obscenidades que ni si quiera me fijé en los jodidos paneles luminosos.
-Lo siento mucho-fue lo único que supe decir-¿Estás bien?-Ella no me respondió. Se quedó mirándome unos segundos y luego se desmayó. Me acerqué tan rápido como pude a ella y empecé a darle palmaditas en la cara. Un grupo de personas de los coches contiguos intentaban ayudar.
-Eh, eh-le decía mientras intentaba reanimarla- ¡recobra el conocimiento, por favor!
En ese momento llegó la policía y una ambulancia. Menos mal que a alguien le daba por pensar cosas sensatas, no como a mí. Justo entonces ella volvió en sí.
-¿Dónde estoy?- dijo
-Hemos tenido un accidente. ¿Recuerdas? – No me respondió.-¿Te acuerdas de tu nombre?
-Creo…sí. Linda-dijo con voz tenue-¿Qué ha pasado?
-Hemos tenido un accidente. Pero estás bien. En realidad ha sido mi…-no pude terminar la frase.
-Vamos, vamos. Hay que llevar a esta joven al hospital -dijeron los tipos de la ambulancia-¿Usted está bien?- No me dejaron responder.- Tendrá que venir con nosotros también.
-Pero… ¿y el coche?
-No se preocupe por eso. La policía se encargará de eso. Una grúa se llevará los 2 coches a esta dirección.-Me dio una tarjeta que decía: DEPÓSITO LOS 2 HERMANOS.-De todas formas, no parece que tengan muchos daños.
-Veamos, ¿puede caminar? Métase en la ambulancia-. A Linda ya la habían subido con una camilla. Estaba despierta. Parecía calmada. Más bonita incluso que antes.
Nos quedamos los dos en la parte trasera. Ella tumbada y yo sentado, a su lado. Nos llevaban al hospital más cercano.
-Siento mucho lo que ha pasado. Quería decirte que ha sido mi culpa. Hice una tontería. No prestaba atención.
-No te preocupes-dijo ella-Lamento haberte llamado hijo de puta.
-Realmente lo soy-. Ella esbozó una sonrisa.
-Por favor, quédate conmigo-. Me tendió la mano. Yo la acepté.
No hablamos más. Cerró los ojos, pero sabía que no dormía. Llegamos al hospital. Yo estaba perfectamente, ni si quiera dejé que me viera un doctor. Me quedé allí esperando a Linda. Era lo menos que podía hacer. Después de 5 horas de espera salió sonriente.
-¿Qué ha pasado?-pregunté.
-Tranquilo, estoy perfectamente. Gracias por quedarte-. Le ofrecí un poco de agua que había comprado en una máquina expendedora. En aquel hospital de mierda seguro que ni le dieron de beber. Se la tomó entera. Veía subir y bajar su garganta mientras bebía y noté que ya volvía a ser yo mismo. Mi intermitente se activó. Sucio y degenerado cabrón-pensé.
Decidimos ir a buscar los coches juntos y arreglar el tema de los partes para el seguro. El depósito estaba a una hora de camino del hospital. Así que cogimos un taxi y nos dirigimos allí.
Por el camino se la veía relajada. Con la mirada perdida. Yo sólo podía mirar su escote y creo que ella se percató.
-No te preocupes-dijo-tú también me gustas-. Sonrió. Me dedicó una mirada lasciva y me tocó la entrepierna. Luego me besó. Y me besó. Casi me engulló. El taxista nos miraba por el espejo retrovisor. Debió pensar que era un tipo con suerte. Y tenía razón.
-Estoy cachonda-me dijo-Yo no me esperaba esa reacción. Creí que el sucio hijo de puta era yo.
-Oh, nena. Es la situación más surrealista en la que he estado nunca-ella se rió.
-Ni si quiera me has preguntado cómo me llamo-dije
-¿Acaso importa?- respondió ella sin dejar de tocarme.-Pero si te hace ilusión…dimelo.
-Jacob, me llamo Jacob.-Vale, Jack-Odiaba que me llamaran Jack, pero dadas las circunstancias, no me importaba demasiado. Ella seguía besándome, tenía la respiración entrecortada. Parecía muy excitada.
-Jack- dijo susurrándome al oído-quiero que me la metas ahora mismo, aquí mismo-. Yo estaba tan erecto que tampoco podía esperar. Así que me bajé la bragueta y ella se quitó el pantalón. El taxista seguía mirando, pero por lo visto no le importaba que nos lo montáramos allí, más bien disfrutaba de la situación. Era increíble. El mundo estaba lleno de tipos y tipas como yo. Al fin y al cabo, no era el único degenerado. Toda la sociedad estaba tan podrida como yo.
Linda se sentó sobre mí y manejó la situación. Realmente sabía moverse. Ya lo creo que sí.
Lo siguiente que supe es que ambos habíamos llegado. Fue precisamente en el mismo momento en el que llegamos a nuestro destino. Nos vestimos a prisa. El taxista nos dijo cuanto era el trayecto sin ni siquiera inmutarse. El cabronazo nos tendría que haber regalado la carrera, después del espectáculo que le habíamos ofrecido.
De camino a la entrada del depósito Linda me dijo-No ha estado mal del todo, ¿eh?- ¿Mal del todo?-pensé. ¿A qué se refería con mal del todo? Yo había estado mejor que nunca. ¡Había sido un purasangre!
-¿A qué te refieres nena? ¿No te ha gustado?
-Bueno…sí. Los he tenido peores. En algunos momentos parecías estar…un poco flojo. Pero no te preocupes. Eres un encanto, te has portado tan bien conmigo…
-Maldita zorra calienta braguetas-pensé. Pero no le dije nada. Al parecer ella era igual que yo, en mis buenos tiempos, claro. Una obsesa, coleccionista de fugaces experiencias sexuales. El mundo estaba podrido. Ya no había nada que hacer por él.
Recogimos nuestros vehículos. Comprobamos que arrancaban. Hicimos los partes pertinentes y se despidió sin más. Bueno, sí. Mientras se metía en su coche me dijo:
-Te doy un 6 Jack. Porque has sido amable conmigo y porque el asunto ha estado bastante bien. Un placer haberte conocido, aunque haya sido en estas circunstancias.-Soltó una risilla hipócrita-. -Adiós Jack, nos vemos en el infierno.
Mientras arrancaba el coche, pensé en lo irónico de la situación. Tiempo atrás había perdido una mano jugando. Póker de 6 contra escalera de color. Desde aquel día odiaba ese condenado número. Me hacía sentir como un perdedor.
–No me llamo Jack, es Jacob-dije en voz alta. Pero ella ya se estaba alejando. Ni siquiera me escuchó.

lunes, 19 de abril de 2010

NUNCA ESTUVE EN LA PATAGONIA

De aquellos años recuerdo,
la firme decisión de evadirme,
los reproches de mis amigos por mi marcha,
los miedos inculcados por mi madre,
la culpa, la pérdida de tiempo, el hastío,
las ganas de hacer de todo y no hacer absolutamente nada.
Las interminables horas de vuelo en aviones,
las consecuentes raciones individuales de comidas,
raciones individuales de conversaciones con extraños,
raciones inevitables de somníferos ingeridos sin cesar.
Todo aquello al fin me llevaba supuestamente adonde quería estar,
pero donde realmente nunca supe permanecer.
A 11000 Km de distancia todo se ve de un color diferente.
Nada más pisar aquel suelo,
me daba cuenta de que no estaba en la Patagonia.
Estaba en un lugar donde el amor se convertía
en una calle llena de cucarachas, a las que era imposible esquivar.
Y no había más remedio que pisarlas. Y crujían.
Y el sonido del crujir se insinuaba en mi paladar
como un nauseabundo sabor en mi boca.
Yo no quería un amor como aquel.
Yo quería el amor hecho lluvia,
mientras corríamos por las calles adoquinadas,
agarrados él y yo de la mano,
empapados de arriba abajo,
riéndonos a carcajadas,
con los pantalones alzados hasta las rodillas,
locos por llegar a casa y secarnos el uno al otro.
Ese era el amor que yo necesitaba. El AMOR con mayúsculas.
Yo nunca estuve en la Patagonia, pero de vez en cuando él me hacía volar hacia cualquier lugar en el que yo deseara estar.

domingo, 18 de abril de 2010

FUESE CUAL FUESE LA REALIDAD

Me levanté una mañana como otra cualquiera. Me dirigí al baño. Cuando salí me crucé con mi hermana. Sólo me percaté de que ella estaba allí cuando me dijo:-Buenos días-Pero no la podía ver. Veía el suelo que pisaba, las paredes que tocaba, los muebles. ¡Todo! Menos a ella.
-Noemi - le dije-¡No puedo verte! ¡Oigo tu voz, pero no estás ahí!
-¿Cómo es posible que no me veas?-me dijo-¿Y puedes ver todo lo demás?
-Creo que sí…- contesté aturdida.
-Vamos al balcón, quizá allí lo veas todo con mayor claridad. Me agarró de la mano y ciertamente notaba su calor, aunque ella era invisible ante mis ojos.
Al llegar al balcón, dijo: -observa ahí fuera. ¿Qué ves?
Veía los edificios contiguos, las grúas de edificación, las papeleras, los coches y oía niños reír.
-Oigo niños riendo. Pero no los puedo ver. ¿Acaso están lejos?
-No- respondió. Están justo en frente tuyo. Jugando. ¿De verdad no los ves?
No, no los veo-contesté. Veo el camión de la basura y a un tipo que gritar sin cesar “¡puta, eres una maldita zorra!”. Hace aspavientos con sus manos, como si quisiera golpear a alguien, pero no sé a quién. Aunque también oigo a una mujer llorar desesperadamente. ¿Está esa mujer con él? Ese tipo debe de ser un demente, ¿no?
-Sí. Seguramente lo es. Intenta golpear e insulta a la mujer que escuchas llorar, pero ella logra protegerse, por suerte. ¿A ella tampoco la ves?
No-respondí.
-Acaban de llegar dos policías-dijo mi hermana- alguien ha debido llamarlos al fin, menos mal. Pobre mujer. Se la ve muy asustada.
-No veo a los policías. Pero sí a unas personas un poco apartadas del tipo demente. Están hablando entre ellos, comentando la situación. Sus rostros expresan morbosidad.
- ¿No ves al joven que consuela a la mujer que llora?-preguntó mi hermana.
-No, Noemi. No veo más que al tipo ese que sigue gritando “¡zorra hija de perra!” y a las personas que observan sin inmutarse. Ahora veo a unos chicos que vienen calle abajo, riendo a carcajadas y hacen movimientos extraños. Dan patadas en el aire.
Qué curioso. Uno de ellos ha sacado una botella de whisky de la nada y está bebiendo de ella.
-Hay un señor mayor delante de ellos- puntualizó mi hermana. Está tambaleándose a punto de caer al suelo. No cabe duda de que tiene problemas con el alcohol. Esos chicos están burlándose de él y le han arrebatado la botella. El pobre anciano no ha podido hacer nada y ha tenido que cambiar de dirección por miedo a que esos crueles chicos se enfrentaran a él.
-No veo más que la maldad, Noemi. ¿Qué me pasa?
Mi hermana permaneció en silencio durante unos segundos. Después me respondió: Jelen, has perdido tu bondad.
De repente me miré las manos y me di cuenta de que me las podía ver. No me había percatado de ello hasta ese momento. Fui corriendo al encuentro de un espejo y ahí estaba yo. Reflejada en él. ¿Era yo como esa gente malvada que acababa de ver? ¿Tenía mi hermana razón? ¿Era una persona perversa? Me asusté.
Sí así fuera, no quería seguir formando parte de este absurdo mundo. Se me hizo un nudo en el estómago, me sentí con ganas de vomitar. Empecé a ponerme pálida y al poco rato, me desmayé.
Me despertó un portazo y el sonido de la voz de mi madre. Tenía los ojos cerrados. No me atrevía a abrirlos, por miedo a encontrarme con el reflejo de mi alma. Los apreté bien fuerte. Los pasos de mi madre se oían cada vez más cerca. Hablaba con mi hermana, se besaban y reían. Lloré en silencio. Nunca más volvería a ver a la gente que quería.
De repente mi madre abrió la puerta de mi habitación.
-Hola, mi niña. ¿Todavía estás en la cama?- yo seguía con los ojos cerrados. Me negaba a aceptar lo evidente. Las lágrimas corrían por mis mejillas. No quería ser una mala persona, pero todo evidenciaba que lo era.
Mi madre se acercó a mí. Me dio un beso. Noté sus labios y su calor. Fue la sensación más agradable que había tenido en mi vida. Jamás valoré ese gesto tanto como en aquel momento.
-¿Estás llorando?-dijo ella. ¿Pero por qué? A ver, mírame. Seguí sin abrir los ojos y sin mediar palabra. Ya no me sentía con derecho a decir nada.
-Anda, sal ya de la cama. Con el día tan bonito que hace…
En ese momento me percaté. -¿Cama?, ¿qué hacía yo en la cama?-pensé. Yo me había desmayado delante del espejo. No recordaba haber recobrado el conocimiento y meterme en la cama. ¿Cabía la posibilidad de que volviera a ver la bondad?
Abrí los ojos lentamente, primero un ojo. Luego el otro. No tenía fuerzas para dirigir la mirada hacia donde se encontraba mi madre. Al final, lo hice. ¡Y allí estaba ella! ¡La persona más buena del mundo. Mi madre. ¡Y la podía ver!
Esbocé una gran sonrisa y la abracé como nunca lo había hecho. La besé y la besé.
-¡Ay mi hija!- dijo ella. ¡Tiene mucho genio, pero que buena y cariñosa es!
Me levanté de la cama, contenta de que todo hubiese sido un sueño. Aunque tal vez no lo fue.
Fui directa al baño, me puse ante el espejo y mirándome en él dije en voz alta:
-Que las personas hagan cosas malas, no significa que sean malas personas-.
Salí del baño sonriendo y me dirigí al balcón dispuesta a observar la realidad…fuese cual fuese.

sábado, 17 de abril de 2010

COMO TODOS VOSOTROS

Soy como todos vosotros.
Me gusta la leche con café,
la nata abundante con fresas,
las conversaciones sin palabras,
observar como caminan
las muchachas sin llevar sostén.
Huyo de las personas que tienen mucho que contar,
pero sin nada interesante que ofrecer.
Amo el onanismo,
no tener que fingir conmigo mismo.
Me encanta dormir hasta las tantas,
acostarme al amanecer.
Bañarme durante horas,
que se arruguen los dedos de mis manos,
mientras observo cómo se cuartean el techo y la pared.
Adoro la misantropía, la soledad, la decadencia,
tomar el sol en una playa nudista,
las sesiones golfas,
pero sobre todo, el placer.
Soy como todos vosotros,
único, especial, diferente.
Exactamente igual...ya lo veis.

viernes, 16 de abril de 2010

UN PRINCIPIO A LO JESSE CUSTER

La conocí una noche en un tugurio. Apareció de la nada y se sentó a mi lado. Supongo que los demás pensaron que era un tipo con suerte. La invité a un trago. Luego a otro. Sabía beber, ya lo creo. Tenía estilo, tenía algo que atraía todas las miradas, supongo que serían sus piernas, aunque el resto de su cuerpo tampoco estaba mal.
Hablaba más bien poco. Básicamente era yo el que hacía las preguntas. Ella respondía con monosílabos y bebía un trago después de cada breve respuesta. Bebía y bebía.
Pronto me enteré de que su oficio era alcoholizarse y su oficina, aquel mismo bar. Eso me gustó. Estaba claro que teníamos puntos en común. Fue el camarero de turno, quien me puso al corriente de sus hábitos. Se acercó sutilmente a mí y como si creyera hacerme un favor, quiso que supiera con qué tipo de mujerzuela estaba tratando. Como si a mí eso me importara-pensé. Él no sabía que estaba tratando con otro profesional. Un peso pesado de la bebida. Le di las gracias lo más amablemente que pude –me resultó difícil ser amable, lo admito- y se fue no sin antes dedicarme una mirada de lo más desagradable. Allá él- pensé. Nadie le había pedido su maldita opinión.
Me centré en la chica. En el poco rato que había estado hablando con el camarero, ya se había bebido 3 cervezas más. Por un momento me asusté. Pensé con temor que realmente aquella nena me podía tumbar.¡A mí!. Sin darme cuenta me vi riéndome de mi propio pensamiento.
Entonces fue ella quien empezó a preguntar-¿Qué te hace tanta gracia? ¿A caso estás pensando que voy a acabar en tu maloliente cama? – Me dio por reír de nuevo- esta vez a carcajadas.
-¿Te crees un tipo duro, eh?. Seguro que no eres TAN duro como aparentas ser.
Yo seguía riendo. Cada vez más. Ella se levantó dando un bufido y se dirigió a la máquina de discos. Llevaba un vestido rojo ajustado que le hacía un culo espectacular, no podía apartar la mirada de ese culo.
Unos imbéciles que estaban jugando al billar pararon a su paso y empezaron a silbar. Ella les respondió enseñándoles el dedo y ellos se agitaron aún más. -¿Mujerzuela? ¿qué mierda sabía el camarero?-pensé. Ese no tenía ni idea de cómo usar su mano derecha. Menos aún de reconocer a una mujer de las buenas.
Mi chica ya estaba en la máquina de discos, buscando algo que poner, mientras lo hacía, se contoneaba de un lado a otro y hacía que un sudor frío cayera por mi frente. Dadas las miradas del resto de los que allí estaban, más de uno se tendría que haber limpiado su babeante boca.
¡Oye tú!- Le gritó al camarero-yo… yoo- dijo él tartamudeando.
-¡Sí, tú! ¡Pedazo de inútil!, ¡te he dicho mil veces que arregles esta puta máquina!- Al mismo tiempo que se quejaba, le dio un fuerte golpe y la canción empezó a sonar. Sonrió.
-Siempre he dicho que el mundo no sería mundo sin mujeres. Y este bar no existiría sin mí. Todos los imbéciles del local empezaron a aplaudir, como autómatas, como si estuvieran bajo el efecto de su lobotomía. Ella se acercó a mí.
-¿Tú no aplaudes? ¿Realmente te crees duro? ¿Eh...? Veamos si es cierto. Empezó a tocarme la entrepierna y puede que yo no fuera duro, pero en ese momento algo en mí sí que empezó a estarlo.
-Vamos a mi casa nena- le dije. ¡Ja,ja,ja ¡-se rió ella. Se levantó y se puso a bailar en medio del bar. Todas las miradas estaban puestas en ella. Incluso el camarero empezó a sudar. Se acercó a mí lentamente y me susurró: -Puede…
Se alejó de mí y siguió bailando. Esta vez con unos y con otros. Agarraba las cervezas de los tipos babeantes y bebía y bailaba. Tonteaba, se dejaba magrear, se regalaba…y a mí eso no me importaba. Había conocido a muchas mujeres como ella y sabía cómo se comportaban y yo sabía cómo tratarlas. Esas eran las que valían la pena de verdad.
Vino de nuevo a mí y añadió una coletilla a lo que me había susurrado anteriormente: -…Pero es muy probable que no. Volvió a reír. Siguió bailando con los tipos. Le divertía el juego, pero yo sabía, estaba seguro, de que me había elegido a mí. Puede que me tumbara bebiendo, pero en esto no me podía ganar.
Así que cogí, pagué la cuenta al camarero y mientras me cobraba me dijo: -ya te dije que es una mujerzuela. ¿Cuánto has invertido en esa tía sin conseguir absolutamente nada? Yo le contesté: -Mucho menos de lo que en realidad cuesta. Él se me quedó mirando como si no entendiera nada. Bueno, posiblemente eso era cotidiano en su vida, me refiero a lo de no entender nada.
Salí del bar sin ni si quiera mirarla. Sabía que era cuestión de segundos. Cuando había recorrido apenas una calle oí el grito.
-¡Eh tipo duro! ¿es que acaso crees que te vas a largar sin mí?
Se acercó lentamente contoneándose como sólo ella sabía. Apoyó sobre mí sus enormes pechos y me dio un beso de los buenos.
-No había dudado ni por un segundo que acabaría esta noche contigo. Los dos nos reímos y caminamos en busca de algún lugar donde comprar más cervezas. Había mucho por celebrar.