viernes, 16 de abril de 2010

UN PRINCIPIO A LO JESSE CUSTER

La conocí una noche en un tugurio. Apareció de la nada y se sentó a mi lado. Supongo que los demás pensaron que era un tipo con suerte. La invité a un trago. Luego a otro. Sabía beber, ya lo creo. Tenía estilo, tenía algo que atraía todas las miradas, supongo que serían sus piernas, aunque el resto de su cuerpo tampoco estaba mal.
Hablaba más bien poco. Básicamente era yo el que hacía las preguntas. Ella respondía con monosílabos y bebía un trago después de cada breve respuesta. Bebía y bebía.
Pronto me enteré de que su oficio era alcoholizarse y su oficina, aquel mismo bar. Eso me gustó. Estaba claro que teníamos puntos en común. Fue el camarero de turno, quien me puso al corriente de sus hábitos. Se acercó sutilmente a mí y como si creyera hacerme un favor, quiso que supiera con qué tipo de mujerzuela estaba tratando. Como si a mí eso me importara-pensé. Él no sabía que estaba tratando con otro profesional. Un peso pesado de la bebida. Le di las gracias lo más amablemente que pude –me resultó difícil ser amable, lo admito- y se fue no sin antes dedicarme una mirada de lo más desagradable. Allá él- pensé. Nadie le había pedido su maldita opinión.
Me centré en la chica. En el poco rato que había estado hablando con el camarero, ya se había bebido 3 cervezas más. Por un momento me asusté. Pensé con temor que realmente aquella nena me podía tumbar.¡A mí!. Sin darme cuenta me vi riéndome de mi propio pensamiento.
Entonces fue ella quien empezó a preguntar-¿Qué te hace tanta gracia? ¿A caso estás pensando que voy a acabar en tu maloliente cama? – Me dio por reír de nuevo- esta vez a carcajadas.
-¿Te crees un tipo duro, eh?. Seguro que no eres TAN duro como aparentas ser.
Yo seguía riendo. Cada vez más. Ella se levantó dando un bufido y se dirigió a la máquina de discos. Llevaba un vestido rojo ajustado que le hacía un culo espectacular, no podía apartar la mirada de ese culo.
Unos imbéciles que estaban jugando al billar pararon a su paso y empezaron a silbar. Ella les respondió enseñándoles el dedo y ellos se agitaron aún más. -¿Mujerzuela? ¿qué mierda sabía el camarero?-pensé. Ese no tenía ni idea de cómo usar su mano derecha. Menos aún de reconocer a una mujer de las buenas.
Mi chica ya estaba en la máquina de discos, buscando algo que poner, mientras lo hacía, se contoneaba de un lado a otro y hacía que un sudor frío cayera por mi frente. Dadas las miradas del resto de los que allí estaban, más de uno se tendría que haber limpiado su babeante boca.
¡Oye tú!- Le gritó al camarero-yo… yoo- dijo él tartamudeando.
-¡Sí, tú! ¡Pedazo de inútil!, ¡te he dicho mil veces que arregles esta puta máquina!- Al mismo tiempo que se quejaba, le dio un fuerte golpe y la canción empezó a sonar. Sonrió.
-Siempre he dicho que el mundo no sería mundo sin mujeres. Y este bar no existiría sin mí. Todos los imbéciles del local empezaron a aplaudir, como autómatas, como si estuvieran bajo el efecto de su lobotomía. Ella se acercó a mí.
-¿Tú no aplaudes? ¿Realmente te crees duro? ¿Eh...? Veamos si es cierto. Empezó a tocarme la entrepierna y puede que yo no fuera duro, pero en ese momento algo en mí sí que empezó a estarlo.
-Vamos a mi casa nena- le dije. ¡Ja,ja,ja ¡-se rió ella. Se levantó y se puso a bailar en medio del bar. Todas las miradas estaban puestas en ella. Incluso el camarero empezó a sudar. Se acercó a mí lentamente y me susurró: -Puede…
Se alejó de mí y siguió bailando. Esta vez con unos y con otros. Agarraba las cervezas de los tipos babeantes y bebía y bailaba. Tonteaba, se dejaba magrear, se regalaba…y a mí eso no me importaba. Había conocido a muchas mujeres como ella y sabía cómo se comportaban y yo sabía cómo tratarlas. Esas eran las que valían la pena de verdad.
Vino de nuevo a mí y añadió una coletilla a lo que me había susurrado anteriormente: -…Pero es muy probable que no. Volvió a reír. Siguió bailando con los tipos. Le divertía el juego, pero yo sabía, estaba seguro, de que me había elegido a mí. Puede que me tumbara bebiendo, pero en esto no me podía ganar.
Así que cogí, pagué la cuenta al camarero y mientras me cobraba me dijo: -ya te dije que es una mujerzuela. ¿Cuánto has invertido en esa tía sin conseguir absolutamente nada? Yo le contesté: -Mucho menos de lo que en realidad cuesta. Él se me quedó mirando como si no entendiera nada. Bueno, posiblemente eso era cotidiano en su vida, me refiero a lo de no entender nada.
Salí del bar sin ni si quiera mirarla. Sabía que era cuestión de segundos. Cuando había recorrido apenas una calle oí el grito.
-¡Eh tipo duro! ¿es que acaso crees que te vas a largar sin mí?
Se acercó lentamente contoneándose como sólo ella sabía. Apoyó sobre mí sus enormes pechos y me dio un beso de los buenos.
-No había dudado ni por un segundo que acabaría esta noche contigo. Los dos nos reímos y caminamos en busca de algún lugar donde comprar más cervezas. Había mucho por celebrar.

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