martes, 20 de abril de 2010

ALGUIEN COMO YO

Sucedió hará cosa de un año. Conocí a una tal Linda de la manera más catastrófica. Yo conducía mi recién estrenado automóvil y todo parecía ir a la perfección. El día era soleado, en la radio sonaba una de mis canciones favoritas y el tráfico, incluso en hora punta, era fluido, para variar. Aquello me sorprendió. Así que me encontraba de lo más relajado y feliz, algo insólito en mí. Abrí la ventanilla del coche y por unos momentos pensé suspirando- ¡qué buen día para echar un polvo!-. Mientras esperaba en los semáforos a que la luz cambiara de rojo a verde, observaba a las jovencitas pasear con sus hermosos escotes, sus interminables piernas y sus enormes y firmes culos. Todas ellas me parecían preciosas. A todas les hubiera dado un buen meneo. Estaba tan salido, que se me empezó a poner dura sólo de imaginar a una de esas nenas bajo mis sábanas. Corrían malos tiempos para mí. Así que sólo me quedaba la imaginación.
Por aquel entonces yo era un tipo ocioso, únicamente me dedicaba a jugar. El póker era lo mío. Había tenido una buena racha y la supe aprovechar. Gané bastante dinero como para vaguear durante un buen tiempo, sin tener que aceptar trabajos de mierda. Así que me dedicaba a ir de aquí para allá, sin rumbo fijo.
Ese día había decido pasarlo en la costa, lejos de la ciudad. Así que tomé la autopista, cerré la ventanilla y busqué en mi bolsillo mis Marlboro y el mechero. Me puse el cigarrillo en la boca y cuando iba a encenderlo, el mechero se me cayó.- ¡La puta que lo parió!- maldije.
Aminoré la marcha y me agaché un momento para ver si lo encontraba. Por fin lo localicé, lo tenía en mi mano pero en el momento de incorporarme, justo cuando entraba en zona de túneles, de repente lo noté-¡Crash! Todos los coches estaban parados y choqué con el de delante. El que venía detrás de mi tuvo tiempo de frenar.
El golpe no fue muy fuerte, pero estaba aturdido, algo mareado y con el pulso acelerado. Sin embargo no parecía tener ninguna contusión. De repente pensé en el conductor del vehículo al que había golpeado. Iba a salir para ver si estaba bien, pero no me dio tiempo. Los coches que estaban detrás del mío empezaron a tocar el claxon al unísono.
Entonces apareció ella. Salió del coche con el que había chocado. Era realmente bonita. Preciosos pechos, larga cabellera negra, algo bajita, pero bien formada. Me sentí un enfermo. Acababa de tener un accidente y sólo se me ocurría pensar en echarle un polvo.
Ella parecía cabreada y muy nerviosa, pero yo también lo estaba, no era para menos.
-¡Serás hijo de puta!- me espetó. - ¿No has visto la señal en el panel luminoso 2 km más atrás que decía: PRECAUCIÓN. RETENCIÓN EN EL TÚNEL? - Tenía razón. Iba tan absorto pensando en mis obscenidades que ni si quiera me fijé en los jodidos paneles luminosos.
-Lo siento mucho-fue lo único que supe decir-¿Estás bien?-Ella no me respondió. Se quedó mirándome unos segundos y luego se desmayó. Me acerqué tan rápido como pude a ella y empecé a darle palmaditas en la cara. Un grupo de personas de los coches contiguos intentaban ayudar.
-Eh, eh-le decía mientras intentaba reanimarla- ¡recobra el conocimiento, por favor!
En ese momento llegó la policía y una ambulancia. Menos mal que a alguien le daba por pensar cosas sensatas, no como a mí. Justo entonces ella volvió en sí.
-¿Dónde estoy?- dijo
-Hemos tenido un accidente. ¿Recuerdas? – No me respondió.-¿Te acuerdas de tu nombre?
-Creo…sí. Linda-dijo con voz tenue-¿Qué ha pasado?
-Hemos tenido un accidente. Pero estás bien. En realidad ha sido mi…-no pude terminar la frase.
-Vamos, vamos. Hay que llevar a esta joven al hospital -dijeron los tipos de la ambulancia-¿Usted está bien?- No me dejaron responder.- Tendrá que venir con nosotros también.
-Pero… ¿y el coche?
-No se preocupe por eso. La policía se encargará de eso. Una grúa se llevará los 2 coches a esta dirección.-Me dio una tarjeta que decía: DEPÓSITO LOS 2 HERMANOS.-De todas formas, no parece que tengan muchos daños.
-Veamos, ¿puede caminar? Métase en la ambulancia-. A Linda ya la habían subido con una camilla. Estaba despierta. Parecía calmada. Más bonita incluso que antes.
Nos quedamos los dos en la parte trasera. Ella tumbada y yo sentado, a su lado. Nos llevaban al hospital más cercano.
-Siento mucho lo que ha pasado. Quería decirte que ha sido mi culpa. Hice una tontería. No prestaba atención.
-No te preocupes-dijo ella-Lamento haberte llamado hijo de puta.
-Realmente lo soy-. Ella esbozó una sonrisa.
-Por favor, quédate conmigo-. Me tendió la mano. Yo la acepté.
No hablamos más. Cerró los ojos, pero sabía que no dormía. Llegamos al hospital. Yo estaba perfectamente, ni si quiera dejé que me viera un doctor. Me quedé allí esperando a Linda. Era lo menos que podía hacer. Después de 5 horas de espera salió sonriente.
-¿Qué ha pasado?-pregunté.
-Tranquilo, estoy perfectamente. Gracias por quedarte-. Le ofrecí un poco de agua que había comprado en una máquina expendedora. En aquel hospital de mierda seguro que ni le dieron de beber. Se la tomó entera. Veía subir y bajar su garganta mientras bebía y noté que ya volvía a ser yo mismo. Mi intermitente se activó. Sucio y degenerado cabrón-pensé.
Decidimos ir a buscar los coches juntos y arreglar el tema de los partes para el seguro. El depósito estaba a una hora de camino del hospital. Así que cogimos un taxi y nos dirigimos allí.
Por el camino se la veía relajada. Con la mirada perdida. Yo sólo podía mirar su escote y creo que ella se percató.
-No te preocupes-dijo-tú también me gustas-. Sonrió. Me dedicó una mirada lasciva y me tocó la entrepierna. Luego me besó. Y me besó. Casi me engulló. El taxista nos miraba por el espejo retrovisor. Debió pensar que era un tipo con suerte. Y tenía razón.
-Estoy cachonda-me dijo-Yo no me esperaba esa reacción. Creí que el sucio hijo de puta era yo.
-Oh, nena. Es la situación más surrealista en la que he estado nunca-ella se rió.
-Ni si quiera me has preguntado cómo me llamo-dije
-¿Acaso importa?- respondió ella sin dejar de tocarme.-Pero si te hace ilusión…dimelo.
-Jacob, me llamo Jacob.-Vale, Jack-Odiaba que me llamaran Jack, pero dadas las circunstancias, no me importaba demasiado. Ella seguía besándome, tenía la respiración entrecortada. Parecía muy excitada.
-Jack- dijo susurrándome al oído-quiero que me la metas ahora mismo, aquí mismo-. Yo estaba tan erecto que tampoco podía esperar. Así que me bajé la bragueta y ella se quitó el pantalón. El taxista seguía mirando, pero por lo visto no le importaba que nos lo montáramos allí, más bien disfrutaba de la situación. Era increíble. El mundo estaba lleno de tipos y tipas como yo. Al fin y al cabo, no era el único degenerado. Toda la sociedad estaba tan podrida como yo.
Linda se sentó sobre mí y manejó la situación. Realmente sabía moverse. Ya lo creo que sí.
Lo siguiente que supe es que ambos habíamos llegado. Fue precisamente en el mismo momento en el que llegamos a nuestro destino. Nos vestimos a prisa. El taxista nos dijo cuanto era el trayecto sin ni siquiera inmutarse. El cabronazo nos tendría que haber regalado la carrera, después del espectáculo que le habíamos ofrecido.
De camino a la entrada del depósito Linda me dijo-No ha estado mal del todo, ¿eh?- ¿Mal del todo?-pensé. ¿A qué se refería con mal del todo? Yo había estado mejor que nunca. ¡Había sido un purasangre!
-¿A qué te refieres nena? ¿No te ha gustado?
-Bueno…sí. Los he tenido peores. En algunos momentos parecías estar…un poco flojo. Pero no te preocupes. Eres un encanto, te has portado tan bien conmigo…
-Maldita zorra calienta braguetas-pensé. Pero no le dije nada. Al parecer ella era igual que yo, en mis buenos tiempos, claro. Una obsesa, coleccionista de fugaces experiencias sexuales. El mundo estaba podrido. Ya no había nada que hacer por él.
Recogimos nuestros vehículos. Comprobamos que arrancaban. Hicimos los partes pertinentes y se despidió sin más. Bueno, sí. Mientras se metía en su coche me dijo:
-Te doy un 6 Jack. Porque has sido amable conmigo y porque el asunto ha estado bastante bien. Un placer haberte conocido, aunque haya sido en estas circunstancias.-Soltó una risilla hipócrita-. -Adiós Jack, nos vemos en el infierno.
Mientras arrancaba el coche, pensé en lo irónico de la situación. Tiempo atrás había perdido una mano jugando. Póker de 6 contra escalera de color. Desde aquel día odiaba ese condenado número. Me hacía sentir como un perdedor.
–No me llamo Jack, es Jacob-dije en voz alta. Pero ella ya se estaba alejando. Ni siquiera me escuchó.

lunes, 19 de abril de 2010

NUNCA ESTUVE EN LA PATAGONIA

De aquellos años recuerdo,
la firme decisión de evadirme,
los reproches de mis amigos por mi marcha,
los miedos inculcados por mi madre,
la culpa, la pérdida de tiempo, el hastío,
las ganas de hacer de todo y no hacer absolutamente nada.
Las interminables horas de vuelo en aviones,
las consecuentes raciones individuales de comidas,
raciones individuales de conversaciones con extraños,
raciones inevitables de somníferos ingeridos sin cesar.
Todo aquello al fin me llevaba supuestamente adonde quería estar,
pero donde realmente nunca supe permanecer.
A 11000 Km de distancia todo se ve de un color diferente.
Nada más pisar aquel suelo,
me daba cuenta de que no estaba en la Patagonia.
Estaba en un lugar donde el amor se convertía
en una calle llena de cucarachas, a las que era imposible esquivar.
Y no había más remedio que pisarlas. Y crujían.
Y el sonido del crujir se insinuaba en mi paladar
como un nauseabundo sabor en mi boca.
Yo no quería un amor como aquel.
Yo quería el amor hecho lluvia,
mientras corríamos por las calles adoquinadas,
agarrados él y yo de la mano,
empapados de arriba abajo,
riéndonos a carcajadas,
con los pantalones alzados hasta las rodillas,
locos por llegar a casa y secarnos el uno al otro.
Ese era el amor que yo necesitaba. El AMOR con mayúsculas.
Yo nunca estuve en la Patagonia, pero de vez en cuando él me hacía volar hacia cualquier lugar en el que yo deseara estar.

domingo, 18 de abril de 2010

FUESE CUAL FUESE LA REALIDAD

Me levanté una mañana como otra cualquiera. Me dirigí al baño. Cuando salí me crucé con mi hermana. Sólo me percaté de que ella estaba allí cuando me dijo:-Buenos días-Pero no la podía ver. Veía el suelo que pisaba, las paredes que tocaba, los muebles. ¡Todo! Menos a ella.
-Noemi - le dije-¡No puedo verte! ¡Oigo tu voz, pero no estás ahí!
-¿Cómo es posible que no me veas?-me dijo-¿Y puedes ver todo lo demás?
-Creo que sí…- contesté aturdida.
-Vamos al balcón, quizá allí lo veas todo con mayor claridad. Me agarró de la mano y ciertamente notaba su calor, aunque ella era invisible ante mis ojos.
Al llegar al balcón, dijo: -observa ahí fuera. ¿Qué ves?
Veía los edificios contiguos, las grúas de edificación, las papeleras, los coches y oía niños reír.
-Oigo niños riendo. Pero no los puedo ver. ¿Acaso están lejos?
-No- respondió. Están justo en frente tuyo. Jugando. ¿De verdad no los ves?
No, no los veo-contesté. Veo el camión de la basura y a un tipo que gritar sin cesar “¡puta, eres una maldita zorra!”. Hace aspavientos con sus manos, como si quisiera golpear a alguien, pero no sé a quién. Aunque también oigo a una mujer llorar desesperadamente. ¿Está esa mujer con él? Ese tipo debe de ser un demente, ¿no?
-Sí. Seguramente lo es. Intenta golpear e insulta a la mujer que escuchas llorar, pero ella logra protegerse, por suerte. ¿A ella tampoco la ves?
No-respondí.
-Acaban de llegar dos policías-dijo mi hermana- alguien ha debido llamarlos al fin, menos mal. Pobre mujer. Se la ve muy asustada.
-No veo a los policías. Pero sí a unas personas un poco apartadas del tipo demente. Están hablando entre ellos, comentando la situación. Sus rostros expresan morbosidad.
- ¿No ves al joven que consuela a la mujer que llora?-preguntó mi hermana.
-No, Noemi. No veo más que al tipo ese que sigue gritando “¡zorra hija de perra!” y a las personas que observan sin inmutarse. Ahora veo a unos chicos que vienen calle abajo, riendo a carcajadas y hacen movimientos extraños. Dan patadas en el aire.
Qué curioso. Uno de ellos ha sacado una botella de whisky de la nada y está bebiendo de ella.
-Hay un señor mayor delante de ellos- puntualizó mi hermana. Está tambaleándose a punto de caer al suelo. No cabe duda de que tiene problemas con el alcohol. Esos chicos están burlándose de él y le han arrebatado la botella. El pobre anciano no ha podido hacer nada y ha tenido que cambiar de dirección por miedo a que esos crueles chicos se enfrentaran a él.
-No veo más que la maldad, Noemi. ¿Qué me pasa?
Mi hermana permaneció en silencio durante unos segundos. Después me respondió: Jelen, has perdido tu bondad.
De repente me miré las manos y me di cuenta de que me las podía ver. No me había percatado de ello hasta ese momento. Fui corriendo al encuentro de un espejo y ahí estaba yo. Reflejada en él. ¿Era yo como esa gente malvada que acababa de ver? ¿Tenía mi hermana razón? ¿Era una persona perversa? Me asusté.
Sí así fuera, no quería seguir formando parte de este absurdo mundo. Se me hizo un nudo en el estómago, me sentí con ganas de vomitar. Empecé a ponerme pálida y al poco rato, me desmayé.
Me despertó un portazo y el sonido de la voz de mi madre. Tenía los ojos cerrados. No me atrevía a abrirlos, por miedo a encontrarme con el reflejo de mi alma. Los apreté bien fuerte. Los pasos de mi madre se oían cada vez más cerca. Hablaba con mi hermana, se besaban y reían. Lloré en silencio. Nunca más volvería a ver a la gente que quería.
De repente mi madre abrió la puerta de mi habitación.
-Hola, mi niña. ¿Todavía estás en la cama?- yo seguía con los ojos cerrados. Me negaba a aceptar lo evidente. Las lágrimas corrían por mis mejillas. No quería ser una mala persona, pero todo evidenciaba que lo era.
Mi madre se acercó a mí. Me dio un beso. Noté sus labios y su calor. Fue la sensación más agradable que había tenido en mi vida. Jamás valoré ese gesto tanto como en aquel momento.
-¿Estás llorando?-dijo ella. ¿Pero por qué? A ver, mírame. Seguí sin abrir los ojos y sin mediar palabra. Ya no me sentía con derecho a decir nada.
-Anda, sal ya de la cama. Con el día tan bonito que hace…
En ese momento me percaté. -¿Cama?, ¿qué hacía yo en la cama?-pensé. Yo me había desmayado delante del espejo. No recordaba haber recobrado el conocimiento y meterme en la cama. ¿Cabía la posibilidad de que volviera a ver la bondad?
Abrí los ojos lentamente, primero un ojo. Luego el otro. No tenía fuerzas para dirigir la mirada hacia donde se encontraba mi madre. Al final, lo hice. ¡Y allí estaba ella! ¡La persona más buena del mundo. Mi madre. ¡Y la podía ver!
Esbocé una gran sonrisa y la abracé como nunca lo había hecho. La besé y la besé.
-¡Ay mi hija!- dijo ella. ¡Tiene mucho genio, pero que buena y cariñosa es!
Me levanté de la cama, contenta de que todo hubiese sido un sueño. Aunque tal vez no lo fue.
Fui directa al baño, me puse ante el espejo y mirándome en él dije en voz alta:
-Que las personas hagan cosas malas, no significa que sean malas personas-.
Salí del baño sonriendo y me dirigí al balcón dispuesta a observar la realidad…fuese cual fuese.

sábado, 17 de abril de 2010

COMO TODOS VOSOTROS

Soy como todos vosotros.
Me gusta la leche con café,
la nata abundante con fresas,
las conversaciones sin palabras,
observar como caminan
las muchachas sin llevar sostén.
Huyo de las personas que tienen mucho que contar,
pero sin nada interesante que ofrecer.
Amo el onanismo,
no tener que fingir conmigo mismo.
Me encanta dormir hasta las tantas,
acostarme al amanecer.
Bañarme durante horas,
que se arruguen los dedos de mis manos,
mientras observo cómo se cuartean el techo y la pared.
Adoro la misantropía, la soledad, la decadencia,
tomar el sol en una playa nudista,
las sesiones golfas,
pero sobre todo, el placer.
Soy como todos vosotros,
único, especial, diferente.
Exactamente igual...ya lo veis.

viernes, 16 de abril de 2010

UN PRINCIPIO A LO JESSE CUSTER

La conocí una noche en un tugurio. Apareció de la nada y se sentó a mi lado. Supongo que los demás pensaron que era un tipo con suerte. La invité a un trago. Luego a otro. Sabía beber, ya lo creo. Tenía estilo, tenía algo que atraía todas las miradas, supongo que serían sus piernas, aunque el resto de su cuerpo tampoco estaba mal.
Hablaba más bien poco. Básicamente era yo el que hacía las preguntas. Ella respondía con monosílabos y bebía un trago después de cada breve respuesta. Bebía y bebía.
Pronto me enteré de que su oficio era alcoholizarse y su oficina, aquel mismo bar. Eso me gustó. Estaba claro que teníamos puntos en común. Fue el camarero de turno, quien me puso al corriente de sus hábitos. Se acercó sutilmente a mí y como si creyera hacerme un favor, quiso que supiera con qué tipo de mujerzuela estaba tratando. Como si a mí eso me importara-pensé. Él no sabía que estaba tratando con otro profesional. Un peso pesado de la bebida. Le di las gracias lo más amablemente que pude –me resultó difícil ser amable, lo admito- y se fue no sin antes dedicarme una mirada de lo más desagradable. Allá él- pensé. Nadie le había pedido su maldita opinión.
Me centré en la chica. En el poco rato que había estado hablando con el camarero, ya se había bebido 3 cervezas más. Por un momento me asusté. Pensé con temor que realmente aquella nena me podía tumbar.¡A mí!. Sin darme cuenta me vi riéndome de mi propio pensamiento.
Entonces fue ella quien empezó a preguntar-¿Qué te hace tanta gracia? ¿A caso estás pensando que voy a acabar en tu maloliente cama? – Me dio por reír de nuevo- esta vez a carcajadas.
-¿Te crees un tipo duro, eh?. Seguro que no eres TAN duro como aparentas ser.
Yo seguía riendo. Cada vez más. Ella se levantó dando un bufido y se dirigió a la máquina de discos. Llevaba un vestido rojo ajustado que le hacía un culo espectacular, no podía apartar la mirada de ese culo.
Unos imbéciles que estaban jugando al billar pararon a su paso y empezaron a silbar. Ella les respondió enseñándoles el dedo y ellos se agitaron aún más. -¿Mujerzuela? ¿qué mierda sabía el camarero?-pensé. Ese no tenía ni idea de cómo usar su mano derecha. Menos aún de reconocer a una mujer de las buenas.
Mi chica ya estaba en la máquina de discos, buscando algo que poner, mientras lo hacía, se contoneaba de un lado a otro y hacía que un sudor frío cayera por mi frente. Dadas las miradas del resto de los que allí estaban, más de uno se tendría que haber limpiado su babeante boca.
¡Oye tú!- Le gritó al camarero-yo… yoo- dijo él tartamudeando.
-¡Sí, tú! ¡Pedazo de inútil!, ¡te he dicho mil veces que arregles esta puta máquina!- Al mismo tiempo que se quejaba, le dio un fuerte golpe y la canción empezó a sonar. Sonrió.
-Siempre he dicho que el mundo no sería mundo sin mujeres. Y este bar no existiría sin mí. Todos los imbéciles del local empezaron a aplaudir, como autómatas, como si estuvieran bajo el efecto de su lobotomía. Ella se acercó a mí.
-¿Tú no aplaudes? ¿Realmente te crees duro? ¿Eh...? Veamos si es cierto. Empezó a tocarme la entrepierna y puede que yo no fuera duro, pero en ese momento algo en mí sí que empezó a estarlo.
-Vamos a mi casa nena- le dije. ¡Ja,ja,ja ¡-se rió ella. Se levantó y se puso a bailar en medio del bar. Todas las miradas estaban puestas en ella. Incluso el camarero empezó a sudar. Se acercó a mí lentamente y me susurró: -Puede…
Se alejó de mí y siguió bailando. Esta vez con unos y con otros. Agarraba las cervezas de los tipos babeantes y bebía y bailaba. Tonteaba, se dejaba magrear, se regalaba…y a mí eso no me importaba. Había conocido a muchas mujeres como ella y sabía cómo se comportaban y yo sabía cómo tratarlas. Esas eran las que valían la pena de verdad.
Vino de nuevo a mí y añadió una coletilla a lo que me había susurrado anteriormente: -…Pero es muy probable que no. Volvió a reír. Siguió bailando con los tipos. Le divertía el juego, pero yo sabía, estaba seguro, de que me había elegido a mí. Puede que me tumbara bebiendo, pero en esto no me podía ganar.
Así que cogí, pagué la cuenta al camarero y mientras me cobraba me dijo: -ya te dije que es una mujerzuela. ¿Cuánto has invertido en esa tía sin conseguir absolutamente nada? Yo le contesté: -Mucho menos de lo que en realidad cuesta. Él se me quedó mirando como si no entendiera nada. Bueno, posiblemente eso era cotidiano en su vida, me refiero a lo de no entender nada.
Salí del bar sin ni si quiera mirarla. Sabía que era cuestión de segundos. Cuando había recorrido apenas una calle oí el grito.
-¡Eh tipo duro! ¿es que acaso crees que te vas a largar sin mí?
Se acercó lentamente contoneándose como sólo ella sabía. Apoyó sobre mí sus enormes pechos y me dio un beso de los buenos.
-No había dudado ni por un segundo que acabaría esta noche contigo. Los dos nos reímos y caminamos en busca de algún lugar donde comprar más cervezas. Había mucho por celebrar.

miércoles, 14 de abril de 2010

LA GRAN BOCA

Estaba desayunando una cerveza. Llamaron al teléfono. Debió sonar como unas cien veces. Finalmente despegué el auricular: era Laura. Respondí.
-¿Sí?
-¿Tú me consideras una amiga?-preguntó ella.
-¿Qué?
-Ya lo has oído y creo que la respuesta es NO. ¡Los AMIGOS se llaman por teléfono y hablan ! ¡Los AMIGOS no sólo follan sino que también quedan para ir al bar a tomar una cerveza! ¡Los AMIGOS se cuentan sus cosas y son sinceros y no se quieren porque uno se ha quedado sin dinero para comprar tabaco!!
¡ Los AMIGOS SIEMPRE tienen aunque sea cinco minutos para llamar y preguntar ¿cómo estás?!
Me soltó todo esto durante diez minutos, todo el tiempo. Sólo decía eso y vocalizaba mucho, supongo que era para que la entendiera bien.
En realidad tenía razón: no la había llamado en ocho o nueve días, pero también era verdad que no la consideraba una amiga. ¡Sólo la conocía hacía dos meses! Ya estaba empezando a pensar que era una chiflada o algo así. Mientras dejaba que soltara por teléfono su discurso habitual, me puse a reflexionar sobre el comienzo de nuestra relación.
Empezó todo por una equivocación, dos meses atrás. Me vio en el andén del metro, cagándome en todo: me cagaba en el transbordo, me cagaba en el conductor del metro, me cagaba en una vieja que no paraba de mirarme...
Finalmente se acercó y me dio un cigarrillo. Creo que realmente lo necesitaba. La diarrea se esfumó. Empezó a hablarme:
- Deberías follar más. Estás muy agresivo. Seguro que hace más de dos semanas que no follas. ¿A qué acierto?
Tenía razón: sólo se equivocó por una semana. Hacía tres que mi chica me había dejado por otro culo después de ocho cálidos meses.
Yo no le respondí y dejé que el metro se fuera sin mí. Podía ser una oportunidad.
Siguió preguntando, siempre estaba preguntando, casi nunca afirmaba nada.
- ¿Te gusto o voy a ser una de esas chicas a las que tienes que mirar dos veces para auto convencerte de que: “bueno... no está tan mal, y al fin y al cabo yo estoy TAN solo...”
Yo no sabía eso de mí pero creo que acertó: lo segundo. Sin embargo respondí:
-Eres lo único en que sería incapaz de cagarme hoy.
Así que me agarró del brazo y cogimos el metro.
No era mi tipo, es decir, no era como mi ex novia, pero tenía una GRAN boca. Supuse que algo se podría hacer con aquello.
Lo siguiente que supe es que estaba en su apartamento. Yo no había dejado el mío, simplemente, lo había abandonado un tiempo. Llevaba con ella tres semanas. Con ella, con su perro, su loro, su cama y el resto de sus muebles.
Me cuidaba muy bien, yo no hacía nada y ella llegaba de trabajar y se ponía a preguntar, le encantaba preguntar. A ella le bastaba con un beso y con que le contestara siempre que sí. Trabajaba en una panadería y siempre llegaba más o menos a las ocho y media, con bollitos calientes y un paquete de tabaco. Eso era lo mejor del día: lo de los bollitos y lo que pasaba después: realmente SÍ que acerté con su boca. Ohh! ¡Qué GRAN boca!
-¿Has sacado a pasear al perro?-preguntó.
-Sí.
-Ya sabes que necesita correr un poco todos los días, tiene que estar ágil.
-¿Te ha molestado mucho la bruja de al lado hoy? No le hagas caso está un poco loca. Todos lo están.
Se refería a los vecinos y francamente tenía razón. Había uno que se pasaba la vida fuera de su apartamento, en el rellano, picando el ascensor. Cuando subía alguien, él esperaba a quien fuese sólo con sus calzoncillos y su gran barriga peluda. Cuando se abría la puerta, allí estaba él: simplemente riéndose. Luego se ponía muy serio, como si fuera a llorar y se metía corriendo en su apartamento. Él y su gran barriga peluda. A mí me lo hizo un par de veces, pero tampoco me molestaba demasiado.
Así que estuve allí con Laura un mes y medio, y no me podía quejar, realmente no podía hacerlo... por eso me largué. Echaba de menos mis diarreas, llevaba mucho tiempo usando supositorios de glicerina. Así que la dejé allí con su perro, su loro, su cama y el resto de sus muebles.
Había dos cosas que dejaba con una cierta tristeza: el perro y su GRAN boca. Los polvos tampoco estuvieron mal... lo cierto es que no me podía quejar, no.
Volví a mi apartamento y al olor a cerrado. Me gustaba aquel olor.
Durante la semana siguiente la llamé un par de veces y seguimos follando también un par de veces, pero luego, se acabó. No pensé en llamarla más. Pero creo que ella no supo ver que había bajado el telón y continuó llamándome. Dos semanas. Dos semanas llamándome todos los días y como de costumbre, sólo preguntaba.
- ¿Cómo estás?, ¿Me echas de menos?, ¿Me quieres un poquito? El perro está triste sin ti... y yo también. ¿Podemos ser al menos amigos?
Finalmente respondí que sí, que podíamos ser amigos, pero creo que se lo tomó demasiado en serio. Lo digo por lo de las llamadas. Durante esas dos semanas me estuvo soltando el mismo rollo de: “ me-consideras-una-amiga . Los-AMIGOS-se –llaman-por-teléfono...” todo eso. Un día incluso se puso a llorar y a llamarme HIJO DE PUTA, y que no tenía sentimientos y que ella me quería y que lo había hecho TODO por mí...
Yo, nuevamente, le dije que tenía razón pero que no podía ser. Puede que fuera verdad que no tuviera sentimientos... o quizá sí, porque prometí llamarla a la semana siguiente, y lo iba a hacer, por el rollo de la amistad y eso, pero de nuevo se adelantó.
Allí la tenía otra vez al teléfono, sollozando. Yo ya iba por mi sexta cerveza de desayuno. Ella había estado hablando durante... no sé...había perdido la noción de tiempo pensando en los últimos dos meses. Finalmente me despertó de mi letargo:
-¿Puedes contestarme de una vez? ¡¡¡ Llevo dos horas hablando sola!!! ¿Ni siquiera tienes un rato para una amiga, no?
-Sí, para una amiga sí.
Colgué. Creo que me pasé. Me sentí un poco mal, pero supuse que ya se me pasaría.
Pasaron tres meses después de aquella llamada. Al fin: NADA. SILENCIO. Daba igual, de nuevo estaba solo, en mi apartamento, cagándome en todo. Necesitaba tabaco, pero no tenía a Laura.
Un día la vi con aquel tipo en un bar. Yo estaba solo y ella no me vio. Cuando se fue al lavabo me acerqué al tipo y le dije:
-¿Cómo está el perro?
-¿Qué?- respondió él.
-Realmente te llevas una de las mejores bocas de la ciudad.
Me fui. El tipo se me quedó mirando. Se levantó y se dirigía hacia mí cuando llegó Laura. Ella siguió sin verme. Yo sí que la vi. Iba con un paquete de tabaco y un cigarrillo en su boca.
Finalmente se sentaron y bebieron de sus cervezas. Yo me marché pensando en aquella GRAN boca.

LLORAR POR LO PERDIDO

Llorar por lo perdido,
por lo que pudo haber sido y no fue,
por las respuestas sin preguntas,
por los amigos que se convirtieron en enemigos,
por los corazones apuñalados,
por las sequías,
por las distancias desmesuradas,
llorar por el amor correspondido pero imposible,
por el odio irracional,
por los juicios deleznables.
Llorar hasta desvanecer,
y al desvanecer...soñar con llorar.

martes, 13 de abril de 2010

YA NO QUEDA ESPERANZA

Salí a la calle como cada día,
pero en la calle, no había nada, excepto gente,
así que volví a mi apartamento,
y justo en el momento de abrir la puerta
vino a mí una ráfaga de olor a resaca y vino rancio.
-hogar, dulce hogar- pensé para mis adentros.
Me tumbé en mi apacible cama de raídas sábanas,
y lo siguiente que supe es que estaba bebiendo vino barato.
Miré a mi lado y allí estaba Linda.
Linda era una de aquellas mujeres horribles,
que sin saber por qué,(o si) me atraían.
Allí estaba ella, sentada a mi lado en la cama,
bebiendo también vino de tetra-brik.
No hablábamos, sólo nos rozábamos de manera torpe y casual.
yo lo único que quería era tumbarla allí mismo y
besarla y echarle uno de los buenos…en fin.
Pero lo único que hacíamos era mirarnos y sonreírnos,
como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para jugar a creernos jóvenes.
Linda por fin habló: cuéntame algo divertido-me dijo.
Yo en lo único que estaba pensando
era en arrancarle las bragas y violarla allí mismo,
por que no había nada que decir, no había nada por lo que fingir,
no había nada divertido, ni aburrido que valiera la pena compartir,
excepto el vino tinto y las manchas de moho en mis sábanas.
ya no quedaba esperanza ni en mi propia casa.
Por fin me pareció que decía: -¡bésame ya, joder!
-¿por qué crees que estoy aquí, maldito cabrón?
Pero no era cierto, no había dicho nada,
sólo habían sido las voces de mi autosugestión.
Al poco rato, nos acabamos el vino y el vino acabó con nosotros.
Ella se quedó dormida, yo fui al wáter y me puse a cagar.
La esperanza se esfumaba por el retrete.
Pensé: tal vez debería haberle dicho que me besara.
Tal vez debería haberme lanzado yo.

lunes, 12 de abril de 2010

HENRY LO HIZO

Henry llevaba años casado con Ann. Muchos. Casi una vida.
Trabajaba en unos grandes almacenes, los más grandes de toda la ciudad y se dedicaba a reponer todos los productos que faltaban en las estanterías, en la sección de bebidas.
Cuando hacia las nueve de la noche llegaba a casa, Ann ya tenía preparada la cena.
Ann hacía tiempo que no trabajaba. Era cleptómana y había perdido numerosos trabajos por su, como ella decía, “pequeño problema”.
Casi siempre había trabajado como dependienta en sitios que se dedicaban a la venta de objetos religiosos y, según ella, nunca había podido evitar robarlos: le atraían irremediablemente. Siempre llegaba a casa con alguna estatuilla de alguna virgen o con alguna que otra vela. Se había construido un pequeño altar en el lavabo y cada vez que se ponía a cagar, lo reverenciaba y hablaba con sus santos. Siempre andaba inventándose cosas sobre ellos y Henry simplemente hacía que la escuchaba. Tiempo atrás Henry se había reído mucho con ella, pero después de veinte años, la cosa se había enfriado.
Ese día, cuando Henry llegó a casa, Ann ya tenía preparada la cena, pero la casa estaba patas arriba. A Henry ya no le molestaba, llevaba mucho tiempo viviendo entre mierda y Ann parecía no darse cuenta.
-Bueno - dijo Henry - ¿qué tal tu día?
-Bien. Fui a mirar aquellos pendientes tan bonitos que me prometiste. ¿Te acuerdas? Todavía siguen allí. Le dije al chico de la tienda que no los vendiera, que tenían que ser para mí. Pero creo que no se fiaba mucho porque los guardó enseguida.
A Henry eso no le extrañaba en absoluto, pues la gente consideraba a Ann como una chiflada.
-No te preocupes – contestó Henry – para ti serán.
Ann hizo una mueca a modo de sonrisa y siguió jugueteando con la comida de su plato.
Cuando terminaron de cenar, Ann encendió un cigarrillo y se dirigió al sofá sin mover si quiera un plato de la mesa. Se espatarró y allí se quedó viendo un ridículo programa de televisión. Ann se reía como una loca y Henry no le encontraba la gracia.
-Me voy a la cama – dijo Henry -. Acuérdate de apagar el cigarrillo.
-No te preocupes cariño.
Henry se lo decía porque una noche cuando los dos estaban en la cama después de haber pegado uno de los buenos (hacía mucho que ya no pegaban ninguno), Ann se quedó dormida mientras fumaba un cigarrillo y la cama empezó a arder. Eso pasó hacía mucho tiempo, pero Henry se lo seguía recordando, sobre todo porque no quería volver a quemarse el culo.
Henry se tumbó en la cama y cerró los ojos. Empezó a pensar en lo absurdo de su relación con Ann. Toda la pasión se había esfumado. La monotonía se había apoderado de ellos, y ellos seguían empeñados en continuar con aquella especie de mala representación. Ya ni siquiera discutían, pero Ann... Ann no parecía notar nada. O puede que simplemente fingiera que era feliz. No tenía otra opción. ¿Adónde iba a ir? Ya no era precisamente una jovencita a la que silbar cuando paseaba por la calle. Le colgaban las carnes y sus pechos cada vez estaban más caídos. ¿Quién iba a querer estar con algo así?
Lo cierto es que Henry ya se había acomodado, pero no sentía nada por ella...
Finalmente Henry se durmió.
Al día siguiente Henry se levantó a las 5:30 de la mañana. Cagó (mirando los santos) y después puso a cocer un par de huevos. Mientras desayunaba observó a Ann que se había quedado dormida en el sofá. Aparte de la mierda que había a su alrededor parecía todo en orden. Ese día no tendría que llamar a los bomberos.
Henry salió de casa a las 6:30 y llamó al ascensor. Bajó y se dirigió a los grandes almacenes en su viejo coche. Buscó un sitio para aparcar y entonces la vio allí... junto a la parada del autobús: una pelirroja alta, pelo rizado y largo, de unos veinticinco años. Henry no podía dejar de mirarla. Ni a ella ni a su culo. Se fue directo hacia a ella.
-Te invito a una copa – dijo Henry.
-Vete a la mierda, son las siete de la mañana, todavía estoy soñando.
-Pues te invito a una cama.
-No. Si quieres puedes invitarme a un café.
-Está bien.
Henry decidió que no iría a trabajar. Necesitaba unas vacaciones, se lo merecía después de veinte años dedicados a su asqueroso trabajo. Por supuesto, sabía que le despedirían si no avisaba, pero no le importaba en absoluto.
-¿Cómo te llamas? – preguntó la pelirroja.
-Henry.
-Yo soy Verónica.
-I love you, Verónica.
Ella se rió.
-Conozco un sitio estupendo- dijo -. Hacen un café buenísimo.
-Lo que sea por estar a tu lado.
-¿Tienes coche?
-Sí. Está ahí mismo.
Subieron al coche y se dirigieron a un café tres calles más abajo. El sitio era horrible. Olía a rancio y estaba viejo y sucio. A parte del camarero, sólo había una mujer más, que parecía que llevara en la barra toda su vida.
El camarero les sirvió el café. Verónica tenía razón: era de primera.
Se bebieron tres tazas cada uno y ella le explicó que acababa de terminar con su novio, fue por algo referente a una apuesta, aunque Henry no prestó demasiada atención a los detalles. Verónica le contó que no sabía a dónde ir, por eso estaba en la parada del autobús, esperando el primero que llegase.
-Pero llegué yo – dijo Henry -.
-Y me hiciste reír. Lo necesitaba. Gracias.
-No hay de qué.
Salieron del café y fueron a un Motel. Estuvieron charlando un rato y luego empezaron el asunto. Cuando acabaron, Verónica se echó a llorar. Henry no sabía qué hacer, así que no hizo nada. Luego ella se calmó y se quedó dormida. Al cabo de una hora Henry se marchó. Ni siquiera se despidió. No la volvió a ver nunca más.
Henry se sentía mal y sabía por qué. Estuvo todo el día paseando por las calles y pensando en Ann y en él. Tenía que hablar con ella y contarle lo que sentía.
Cuando llegó a casa ya era de noche. Ann había preparado la cena, pero no había probado bocado. Estaba llorando, tumbada boca abajo en el sofá. Henry no dijo nada.
-Han llamado de Serry’s (era el nombre de los grandes almacenes). Dicen que no has ido en todo el día. ¿Es cierto?
-Lo es.
-¿Dónde has estado?
-Por ahí. Dando una vuelta.
-Has estado con una mujer. ¿Tengo razón?
-Sí.
Ann lloró con más fuerza.
-¿Por qué? ¿Es que he hecho algo mal? ¡¡Todo iba bien!!
-Nada iba, ni va bien, por eso. Todo esto es una auténtica porquería. No tienes más que mirar a tu alrededor. Todo lleno de santos, estatuas, velas… ¡ahora incluso te ha dado por traer maniquís con los miembros amputados y toda clase de porquerías que te encuentras en los contenedores! –Henry señaló hacia un rincón de la habitación donde tenía varios maniquís amontonados.
-Sí, pero ya sabes que me gusta decorar la casa cariño-contestó ella.
-Ann… a ESO no se le llama DECORACIÓN, ¡¡se le llama síndrome de DIÓGENES !!
-Pero... me ibas a arreglar esos pendientes... y...
Ann no pudo terminar la frase y hundió la cabeza en un roído cojín.
-Todavía te los puedo regalar si con eso vas a ser un poco más feliz.
-Pero yo TE QUIERO A TI !!! ¿No lo entiendes? Oh! Todo iba TAN bien !!!
-Nada iba bien ! Ya te lo he dicho !
Hubo un poco de silencio. Ann seguía llorando.
-Bueno... - dijo Henry – será mejor que me vaya.
-¿Adónde? ¿Te largas con esa zorra?
-¿Con quién? – Henry se había olvidado ya de Verónica.
-No, no me voy con ella. Si te sirve de consuelo ni siquiera me ha gustado.
Ann se le quedó mirando fijamente. Le parecía increíble. ¿Quién era aquella persona que tenía allí delante? Realmente no le reconocía. No entendía que el hombre con el que había compartido toda su vida le hablara ahora con aquella frialdad. Le parecía muy cruel.
-Es una broma.. – dijo Ann.
-No es nada de eso. Hace tiempo que dejé de quererte, ya ni siquiera soporto tu risa !! Tengo que irme, sólo recogeré unas cosas.
-Así... ¿sin más? ¿Me sueltas todo eso y te vas? ¡Tú, el que tanto me quería! ¿Me has estado engañando todo este tiempo? ¡¡Te doy asco!!! Y yo creyendo que me querías...
-Lo siento.
Henry entró en la habitación y al cabo de unos minutos salió con una pequeña maleta.
Se quedó parado un momento mirando a Ann. Ella seguía tumbada en el sofá boca abajo. Se la oía sollozar.
-Pobre cosa- pensó Henry – pobre patética cosa.
Ann no se dio la vuelta cuando oyó cerrarse la puerta. Henry se había marchado.
Y ella se quedó allí... sola. Sollozando boca abajo.

DREW AMARGO

John estaba paseando aquella noche cuando pasó por allí y entró en aquel bar. Era un lugar pequeño y apestaba a sudor y a orines. En la barra había nueve o diez personas bebiendo, y el local parecía a punto de estallar: era claustrofóbico.
Al fondo del bar (es decir, a tres pasos de la barra), había una pequeña tabla a modo de escenario y encima de ella, una chica bailando. Llevaba una peluca larga y rubia y un vestido rojo tres tallas más pequeñas que la que realmente usaba. Iba muy maquillada y las luces de colores caían sobre ella mientras levantaba los brazos al compás de la música. John la observó durante unos segundos: el espectáculo era patético.
La chica realmente no sabía cantar y nadie prestaba atención a su actuación,no sabía exactamente por qué la tenían allí hasta que dedujo que su presencia era equiparable al hecho de tener encendido el televisor por el simple motivo de escuchar el murmullo de fondo. Eso si que tenía sentido, así que acabó por ignorarla igual que hacía el resto de los tipos que estaban por allí.
Se sentó en el único taburete que quedaba libre. Llamó al camarero, pero estaba demasiado ocupado rascándose el culo. Finalmente se le acercó y le pidió una cerveza. Se la puso y siguió a lo suyo.
A su lado de había una mujer sentada. Tenía la cabeza echada hacia abajo y su pelo rojo estaba dentro de su vaso. La miró de arriba -abajo e imaginó lo afortunado que sería teniendo a una mujer así en su cama durante al menos ½ hora. Hacía mucho tiempo que vivía solo, tenía 38 años y únicamente había tenido 2 relaciones serias. Le bastaron 2 para darse cuenta de que tenía la gran capacidad de convertir por sí mismo, algo bueno en una auténtica mierda sin necesidad de que la monotonía y la rutina se encargaran de ello. Siempre la cagaba, así que finalmente optó por relaciones que durasen no más de una noche. Era difícil cagarla en tan poco tiempo.
Alguien le dio unos golpecitos en el brazo. Era la pelirroja que estaba sentada a su lado.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Por supuesto- contestó él.
-¿Te gustan mis tetas?- ella se irguió hacia delante.
Él las miró. Tras su corpiño ceñido asomaba el filo del sujetador y detrás de éste sus enormes pechos.
-Sí-dijo-son estupendas.
-Estoy muy orgullosa de ellas. ¿Crees que soy atractiva?
-No estás mal... ¿cómo te llamas?- Ella sonrió y él observó que le faltaba un diente. Aún así, pensó que seguía siendo atractiva.
-Drew-respondió- ¿Me invitas a una copa?
-Claro. ¿Qué bebes?
-Él ya sabe lo que quiero- y señaló al camarero que seguía escarbándose la raja del culo. John pensó que acabaría por hacerle un agujero al pantalón. Por fin el camarero se dirigió hacia ellos y le sirvió a Drew un cócktel de esos con sombrillitas de colores.
-¿Tú cómo te llamas? – preguntó ella.
-John.
-Ah... me gusta.
Drew se quedó callada un momento mirando al vacío, luego siguió hablando.
-¿Te has fijado en mis piernas? – ella se las mostró. Él las miró y después alzó la vista hacia su corta falda.
-Sí, estoy asombrado.
-Cuando era joven trabajé como bailarina ¿sabes? Me encantaba bailar.
-¿Ah sí?- miró a otro lado mientras respondía. Empezaba a cansarse de aquella conversación pero por algún motivo inexplicable no podía dejar de escucharla. Drew continuó hablando.
-¿Sabes? Estuve casada durante cinco años. Pero mi marido me dejó. Decía que era un desastre y que sólo estaba conmigo porque se la chupaba muy bien, y me decía que de vez en cuando lo necesitaba para quitarse el estrés. Yo me conformaba con eso porque le quería. Supongo que tenía razón... que no hacía nada bien y todo eso... reconozco que a veces era un poco torpe y a veces me merecía lo que me decía...
John la contempló un momento. Sus ojos le recordaron a un cachorro abandonado. De repente, se sintió obligado a escuchar el resto de la historia. Realmente sintió lástima por ella.
-Nos casamos muy jóvenes ¿sabes? Estaba loca por él y yo... supongo que le gustaba un poco.
Después de la boda me quedé pronto embarazada, pero me obligó a abortar. Dijo que eso estropearía nuestra relación. Así que lo hice.
-Después de eso casi no me dirigía la palabra. Yo sufría, pero me consolaba mirándole.
Además de vez en cuando tenía que “quitarle el estrés” y en esos momentos yo era feliz a su lado.
Entonces empezó a traer tías a casa y decía que sólo eran amigas. Yo no me quejaba. Incluso aguantaba tener que escuchar los gritos y gemidos de sus continuadas orgías. Lo soportaba todo si a cambio me permitía seguir con él. El hecho de imaginarme un segundo lejos de él me asfixiaba. No me importaba que me insultara o que me pegara si con ello conseguía oír su voz o tocar su piel.
John no sabía que decir, pero se sintió obligado a decir algo. Así que probó.
-¿Y ellas?
-No decían nada. Sólo se reían -contestó Drew. Bebió un poco de su copa y suspiró. Parecía a punto de derrumbarse pero se contuvo.
-Otro día me ató, me amordazó y me obligó a mirar como se lo hacía con dos. Fue horrible. Cuando terminaron, me partió la cara y me dejó sin diente-Drew se llevó la mano a la boca y señaló su mella-... Luego me llamó guarra y me dijo que limpiara la casa, que estaba harto de vivir en un estercolero.
Entonces empecé a engordar. Comía a todas horas pero no podía evitarlo. Cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo mi figura se rió de mí. Me dijo que se avergonzaba de estar con algo así y que si había aguantado tanto conmigo era por el hecho de que a sus amistades antes les resultaba atractiva, pero que ahora dudaba que alguien se fijara en mí.
Drew hizo una pausa. Puso las manos en su cara y estuvo así durante un rato. John observó el bar. Todos los clientes estaban gritando. Reclamaban a la chica del vestido rojo que había parado de cantar para descansar. Cuando subió de nuevo a la tabla-escenario y empezó su actuación, todos dejaron de mirarla y siguieron ignorándola.
De repente Drew apartó las manos de su cara y siguió hablando.
-El día que me dejó fue el único día que me llevó a un restaurante lujoso. A mí y a dos amiguitas más.
Me lo soltó durante la cena, delante de todo el mundo y gritaba bien para que todo el mundo le oyese. –Te dejo- me dijo. Yo me levanté y me agarré a sus piernas. Le rogué que no me dejara, que podría usarme para lo que quisiera, que soportaría cualquier cosa por estar a su lado. Que le quería.
Él me dijo-eres patética y me das asco-. Entonces me escupió en la cara y sus amigas empezaron a reírse. Me fui, no recuerdo como, pero lo hice.
No le volví a ver más, pero pienso en él todos los días.
-¿Por qué me cuentas esto?
-Porque tú has sido amable conmigo ¿no?-contestó Drew con una sonrisa nerviosa-
John no sabía que pensar. Él no había sido amable sino compasivo. Ahora el único sentimiento que le inspiraba Drew era lástima. Ya no la veía como cuando le mostraba sus encantos. Ni siquiera la veía como una mujer sino más bien como a un animal atrapado en su jaula. Pensó que era una tontería, pero eso era lo que sentía.
Drew empezó a rebuscar en su bolso. Sacó una cajita y la abrió. Dentro había cocaína.
-¿Quieres un poco?-dijo ella.
-No. Gracias- contestó él.
Drew esparció un poco sobre la barra y se hizo un par de rayas. No le dio tiempo a esnifárselas porque el camarero-con-la-mano-en-el-culo la vió y salió gritando de detrás de la barra.
-¡Maldita zorra¡¡¡ EH¡EH¡EH¡ Te he dicho mil veces que AQUI no¡¡¡¡La cogió por el brazo y cuando la bajó de la silla Drew se dirigió a John.
-Supongo que esto es un adiós. Ha sido bonito conocerte. John no dijo nada, se quedó mirando como el camarero la sacaba del bar casi arrastrándola.
-¡¡¡Vamos Drew!!! -dijo el escarba-culo- ya sabes que no puedo permitir esas cosas. Sabes que soy bueno contigo, que te dejo estar aquí incluso sin consumir apenas nada. Además, deberías estar trabajando, hoy parece una buena noche, seguro que conseguirás muchos clientes. Ya sabes que el mes pasado me pediste dinero prestado para tu alquiler y recuerda que todavía no me lo he cobrado. No olvides que tenemos una cita pendiente ¿eh? Je je je…
Finalmente le dio una palmadita en el culo y la soltó del brazo. Drew miró a John, luego... desapareció.
Él no se movió. El ambiente del lugar cada vez estaba más cargado. La mayoría de los tíos estaban borrachos y uno había empezado a sobar a la chica del vestido rojo que finalmente había tenido que dejar de cantar por exigencias de los clientes.
El camarero se le acercó.
-Siento mucho que te haya molestado – dijo - ¡¡Ahh!! ¡¡pobre puta!! y además de puta, drogadicta, pero... ¿qué vamos a hacer?
No te importa ¿verdad? -señaló las rayas de coca.
-No- contestó. El camarero sacó una bolsita de plástico y se las guardó.
-Ya se sabe - continuó- hay que tener ojo con estas cosas sino acabas como ella !!!- Rió-.
John contempló los restos de polvo que habían quedado. Podía ver allí los ojos de Drew.
Entonces fue cuando se dio cuenta de que aquella coca no tenía nada que ver con las miserias de Drew.